Id,
pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque
no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento.
(Mateo 9: 13)
Los
hombres estamos siempre prestos para juzgarlo todo, pero estamos lejos de mirar
con misericordia.
Jesús dijo que la lámpara del cuerpo son
los ojos. Si nuestros ojos son buenos, todo nuestro cuerpo tendrá luz; pero si
son malos, todo nuestro cuerpo será tenebroso (Mat. 6:22-23).
El juicio o la misericordia se dan de la
manera como nosotros miramos: con ojos buenos o con ojos malos.
Jesús miraba siempre con misericordia,
porque Él no vino al mundo para juzgar, sino para salvar lo que se había
perdido: "Porque no envió Dios a su
Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él"
(Juan 3:17).
Vamos a ver algunos pasajes, pero vemos en
toda su peregrinación el mismo mirar de misericordia, el mismo testimonio de
salvación.
¿Cuál sería nuestra actitud delante del
pedido de María cuando dijo a Jesús que el vino de las bodas de Caná se había
terminado?
¿No sería de reprobación?
Pero el Señor no vino para juzgar, sino
para salvar y mostrar que el vino nuevo es mejor (Juan 2:3-11).
¿Qué nos parecería si una mujer de mala
fama conocida en la ciudad viniese llorando y enjugase con sus cabellos los
pies de uno de nuestros hermanos, estando nosotros en medio de personas
aparentemente dignas y honrosas?
¿No lo reprobaríamos así como aquel
fariseo?
Pero el Señor no vino a juzgar, sino
para salvar, y dio testimonio del gran amor de aquellos a los cuales mucho se
les ha perdonado (Luc. 7:36-47).
Ahora, ¿Cómo miraríamos a una mujer
sorprendida en el acto de adulterio, donde todos, hasta la ley, la condenan?
¿No sería de aprobación por el juicio, o
por lo menos recordar que los adúlteros no heredarán el reino de Dios?
¿Cómo miraríamos a alguien que anda trabajando
con nosotros, si supiésemos que nos traicionaría y nos vendería por algunas monedas
de plata?
¿No tomaríamos nuestras precauciones y nos
alejaríamos de él?
¿Cómo nos portaríamos puestos al lado de
dos criminales, y siendo comparados con ellos injustamente?
¿Tendríamos tiempo para mirar a ambos con
ojos de misericordia, hablarles sobre la salvación y después decir a uno ellos:
"Hoy mismo tu estarás conmigo en el
paraíso"? (Luc. 23:43).
Amados: Jesús no vino para juzgar, sino
para salvar y dar su vida en rescate por muchos.
Cuando
era injuriado no injuriaba, cuando era maltratado no maltrataba, sino se
encomendaba a Aquél que juzga con justicia (1 Ped.
2:23).
Aun en el momento extremo de su agonía, él
dijo: "Padre, perdónalos, porque no
saben lo que hacen" (Luc. 23:34).
Estamos viviendo tiempos de salvación.
Tenemos que ver a los demás con misericordia, y el Señor es nuestro único y
máximo ejemplo.
"Jesucristo
es el mismo ayer, y hoy y por los siglos" (Hebreos 13:8).
Si nuestros ojos son buenos, es el propio
Señor misericordioso viviendo en nosotros… pero si nuestros ojos son de
juzgamiento y juicio, quien necesita de salvación somos nosotros.
¡Dios les bendiga!
Aguasvivas.cl
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