El
gran dilema que pretenden solucionar todas las religiones del mundo: ¿Cómo se
presentará el hombre ante Dios? ¿Cuál es la base de su aceptación por Él? La
Sagrada Escritura enseña que hay sólo dos caminos, pero que Dios sólo aprueba uno de
ellos.
Cualquiera sea la religión que el hombre
profese, sea nueva o antigua, se caracteriza fundamentalmente por la forma en
que enseña a sus seguidores a acercarse a Dios.
O bien les enseña a acercarse por sus obras,
o bien les enseña a acercarse por la fe.
Es decir, acercarse por un lado por sus
propios méritos, o acercarse, por el otro, por medio de una justicia que no es
de él, sino es divina.
Hay en la Biblia dos hombres, hermanos
entre sí, que representan estas dos posturas, estas dos formas de presentarse
ante Dios.
Uno es Caín y el otro es Abel. Ambos fueron
hijos de Adán y Eva.
Tanto Caín como Abel nacieron fuera del
huerto, luego de la caída de sus padres. Ambos habían heredado la misma
naturaleza pecaminosa de aquéllos.
Los dos eran igualmente pecadores. Aunque
Adán fue salvo, porque creyó en el Salvador tipificado por el animal inmolado,
no podía transmitir a sus hijos la fe.
Se pueden transmitir los rasgos genéticos
de los padres a sus hijos, pero no la fe, porque la Escritura dice: "lo
que es nacido de la carne, carne es; y lo que nacido del Espíritu, espíritu
es." (Jn. 3: 6)
La naturaleza carnal es engendrada por la
carne; pero la naturaleza espiritual, el nuevo nacimiento (y la fe es fundamental
para esto), es engendrada por el Espíritu de Dios.
De manera que Caín y Abel, aparte de ser
hermanos de sangre, eran iguales en cuanto a su naturaleza, en cuanto a su
carne. La caída de Adán y Eva había afectado a los dos por igual.
Sin embargo, a la hora de presentarse ante
Dios (porque al hombre siempre le llega la hora en que tiene que presentarse
ante Dios) ellos asumieron actitudes diametralmente opuestas.
Estas diferentes actitudes determinaron que
recibiesen de parte de Dios una respuesta también diferente.
La Palabra de Dios dice claramente que la
diferencia no estribó en la distinta naturaleza de estos hombres, ni en ninguna
otra circunstancia humana, sino sólo en las ofrendas que presentaron. La
ofrenda hablaba claramente acerca de lo que había en el corazón de ellos.
(Hebreos 11:4) dice: "Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente
sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando
Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella."
Aquí se señala claramente que la diferencia
entre estos dos hombres no consistió en el carácter de cada uno de ellos, sino
en el carácter de sus ofrendas… no era una diferencia entre los adoradores,
sino entre su modo de adorar.
LA
OFRENDA DE CAÍN
Caín ofreció a Dios el fruto de la tierra.
Esto, que pudiera parecer loable, no lo era, por cuanto la tierra estaba
maldita.
Por causa de la caída de Adán, Dios había
declarado su juicio sobre la tierra y sobre todo lo que había sido contaminado
por el pecado. De manera que, al ofrecer una ofrenda de la tierra, él
desconocía maliciosamente esa maldición.
Dios había sacrificado un animal para
cubrir a Adán y Eva, declarando la insuficiencia de los delantales
confeccionados por ellos mismos.
Y ahora Caín, menospreciando la forma como
Dios atribuía justicia al hombre, presentó a su Creador una ofrenda incruenta,
como si el hombre nunca hubiese pecado, y como si Dios nunca hubiera declarado
su juicio hacia ellos.
Dios había tenido que derramar sangre para
cubrir a los primeros padres, pero Caín consideró innecesario ofrecer un
sacrificio sangriento.
La Biblia dice en Hebreos que "sin derramamiento de sangre no se hace
remisión".
Caín era pecador, y entre él y Dios se
interponía la muerte. Sin embargo él ignoró todo esto. Él trató a Dios como si
fuera su igual, quien podría aceptar la ofrenda del campo maldito y pasar por
alto su pecado no confesado.
Por tanto, no fue meritorio que Caín
presentara una ofrenda producto de su trabajo. Dios enseñó desde el principio
que es necesario un sacrificio de sangre para que el hombre pueda entrar hasta
su santa Presencia.
El Señor Jesús tuvo que morir en la cruz
para que el velo del templo se rasgara, y quedara abierto el acceso al Lugar
Santísimo para todo pecador que cree en Su sacrificio.
La ofrenda vegetal de Caín, como todo
sacrificio sin sangre, no sólo era inútil, sino también abominable.
Su ofrenda demostró la ignorancia de Caín
respecto de su condición caída, y respecto del carácter santo y justo de Dios.
Dios no puede recibir de nuestra mano, sino
sólo aquello que Él nos ha dado. Él no es honrado por manos de hombres, como si
necesitase de algo. Nuestra ofrenda es la alabanza que traemos para Él después
de haber creído en el Hijo de Dios. Esa es la única ofrenda que Dios acepta.
LA
OFRENDA DE ABEL
Consideremos ahora el sacrificio de Abel.
Abel trajo de los primogénitos de sus
ovejas, de lo más gordo de ellas.
Abel comprendió que se había abierto un
camino hasta Dios por medio del sacrificio de Otro, y que las demandas de la
justicia y santidad de Dios fueron satisfechas mediante la sustitución de una
Víctima sin defecto.
Esta es la doctrina de la cruz, la única
que Dios ha aprobado, y por medio de la cual el pecador halla perdón y tiene paz
con Dios.
Además, esta es también la única manera en
que Dios es glorificado.
Abel entendió que ninguna de sus buenas
obras podían permitirle el acceso a Dios.
Así también es como cree todo hombre que ha
sido tocado por Dios para ver su extrema insolvencia y para ver, al mismo
tiempo, el agrado con que Dios mira el sacrificio de su Hijo.
Cristo satisfizo por completo todas las demandas
divinas, y quitó de en medio el pecado.
Este sacrificio perfecto de Cristo quedó
simbolizado en la ofrenda de Abel, quien no hizo nada por disminuir su culpa ni
ocultar su condición pecaminosa. Simplemente se presentó delante de Dios como
pecador, y presentó como su sustituto la vida inocente de su víctima para que
ésta cubriera sus faltas.
Abel merecía la muerte y el juicio, pero
fue salvo porque se valió de un sacrificio sustituto.
Así también, toda alma quebrantada halla en
Cristo Jesús a su sustituto por excelencia, quien tomó su lugar en el juicio
sobre la cruz.
Bien saben que ni los más ricos frutos de
sus manos podrán quitar una sola mancha de su conciencia. Pero sabe también que
al confiar en la obra perfecta de Cristo, hallará perfecto descanso para su
alma.
No es cuestión de sentimientos, sino que es
un asunto de fe. "Justificados,
pues, por la fe tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo"
(Rom.5:1).
"Por
la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín"
(Heb.11:4).
Caín no tuvo esta fe, y por lo tanto no
trajo sacrificio de sangre. Abel tuvo fe y ofreció la sangre y la grosura, que
es la vida y excelencia de la persona de Cristo.
Caín y Abel fueron identificados por Dios
con su respectiva ofrenda. En ambos casos, Dios no consideró la persona del que
adoraba, sino el carácter de su sacrificio.
Por eso dice la Biblia que "Dios dio testimonio de sus ofrendas".
Dios no dio testimonio acerca de Abel, sino
de lo que él traía como ofrenda.
Generalmente, el corazón del hombre tiende
a pensar que hay algo en nosotros que nos hace aceptos ante Dios.
El hombre creyente, en cambio, debe
considerar que se ha identificado plenamente con Cristo y ha sido aceptado por
lo que Cristo es. Si Cristo ha sido aceptado por Dios, entonces también es
aceptado el creyente.
LA
RESPUESTA DE DIOS Y LA REACCIÓN DEL HOMBRE
Ante esta verdad, el hombre no regenerado
se siente humillado, y entonces manifiesta su hostilidad.
Porque en la justificación, Dios es el todo
y el hombre es nada.
Por eso, Caín "se ensañó en gran manera y decayó su semblante".
Aquello que llenó a Abel de contento,
despertó en Caín el enojo.
Amigo que nos lees: El camino de Caín ha
tenido muchos seguidores a través de la historia y los sigue teniendo hoy.
Caín es el religioso lleno de justicia
propia, que persigue y mata al testigo fiel, al hombre que ha sido y se sabe
justificado.
Luego, al ser confrontado por Dios, no pide
perdón, sino que se aleja para construir una ciudad, y levantar toda una
civilización basada en las habilidades humanas.
Desde ese día hasta hoy se esfuerza por
mejorar el mundo y convertirlo en otro paraíso placentero, pese a la maldición
que ha caído sobre la tierra, y al hecho de que él mismo es un fugitivo.
Los seguidores de Caín son personas
religiosas, pero que tienen una religión sin sangre, que no toman en cuenta los
caminos de Dios.
Ellos piensan que pueden acercase a Dios a
su manera. Su religión es una interpretación particular y obstinada acerca de
cómo agradar a Dios.
Ellos tienen a Dios en sus bocas, pero en
verdad no les interesa Dios. Su religión es sólo un ritual que sirve para
acallar su conciencia, o para ser aceptado socialmente. Es una religión sin
Dios y sin Salvador.
¿Con cuál de estos adoradores se identifica
usted?
¿Puede ver que sus sacrificios por obtener
el agrado de Dios son inútiles?
¿Puede ver que el sacrificio de Cristo, en
cambio, es perfecto, y del total agrado de Dios?
Mientras usted confíe en sí mismo y en sus
obras, no podrá ver la preciosidad del sacrificio de Cristo, ni hallar descanso
de sus obras.
Crea en el Señor Jesucristo, y alcanzará la
perfecta paz con Dios.
Podrá usted pasar toda su vida haciendo
obras en su intento por agradar a Dios y ser aceptado por Él, pero nunca
conocerá la paz perfecta que halla el alma que reconoce su pecaminosidad y se
acoge a la justicia de Dios que es por la sangre de Jesucristo.
Si usted se aferra a su propio camino de
justicia, menospreciará el sacrificio perfecto del Señor Jesús. No lo haga más.
No hay ninguna forma religiosa, ni sistema
de ritos que valga la pena conservar si eso significa menospreciar al Hijo de
Dios, que murió en la cruz por nosotros.
Vuélvase hoy mismo a Dios y tome la senda
correcta.
Sólo en Cristo hay justicia y salvación
eterna.
Le invito a que oremos:
"Padre, te damos gracias por
mostrarnos el camino de Cristo y de la fe en su obra. Renunciamos al camino de
Caín, y nos acogemos al poder de la sangre de Jesucristo para ser aceptados
por ti. Gracias, Padre, porque tú ya nos has recibido en tu amado Hijo.
Amén".
Aguasvivas.cl