Alguien me contó
acerca de un evangelista que, habiendo ido a un hospital con la intención de
orar por los enfermos, no se le permitió la entrada.
Entonces, creyendo que
Dios haría milagros en mucha gente enferma, oró por horas alrededor del
hospital. Puso sus manos sobre las paredes e invocó el nombre de Jesús, rogando
que el Señor sanara a muchos de los que yacían en camas dentro de las
instalaciones.
Lo sorprendente es que
aquél día fue dada de alta más de la mitad de los pacientes que estaban
ingresados.
La historia que narra la
Biblia en (Juan 5: 1-16) es la de un hospital: el hospital de Betesda. Un
hospital al aire libre ubicado junto a un estanque.
Sorprende la visión de
este hospital con tanta gente enferma, y sorprende que todos pertenecieran al
pueblo escogido de Dios. ¿Por qué?
La Palabra dice que “había una fiesta de los judíos, y subió
Jesús a Jerusalén” (v,1). ¡Pero el Señor se encuentra en Jerusalén con un
hospital!