domingo, 31 de octubre de 2021

¿Eres Salvo?

 



Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna».

– Juan 3:16.


Amigo mío, he aquí la pregunta más importante de tu vida. El gozo o la tristeza que experimentes en la eternidad dependen de ella. La pregunta es: ¿Eres salvo? No si eres miembro de una iglesia, ni cuán bueno eres, sino si eres salvo. Solo Dios salva, y él describe en su Palabra el único plan de salvación. El plan es sencillo, y puedes ser salvo hoy mismo.

Primero, debes reconocer que eres pecador. «No hay justo, ni aun uno» (Rom. 3:10). «Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios» (Rom. 3:22-23). Por cuanto eres pecador, estás condenado a muerte. «Porque la paga del pecado es muerte» (Rom. 6:23). Esto significa separación de Dios en el infierno eterno; es horrible, pero es la realidad.

Sin embargo, Dios te amó de tal manera que dio a su unigénito como tu sustituto. Jesucristo murió en tu lugar y llevó tu pecado. «Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia…» (1 Ped. 2:24). Jesús tuvo que morir y derramar su sangre. «Sin derramamiento de sangre no se hace remisión» (Heb. 9:22). Tu pecado fue echado sobre Jesús, quien murió en tu lugar. Esto es verdad. Dios no miente.

El carcelero de Filipos preguntó a Pablo y a Silas: «¿Qué debo hacer para ser salvo?». Ellos respondieron: «Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo» (Hech. 16:31). Es sencillo: solo tienes que creer que Él llevó tu pecado, murió en tu lugar, fue sepultado y resucitó para tu justificación.

Tú eres un pecador y seguramente estás arrepentido de serlo. Por lo tanto, no esperes más tiempo. Dios está deseoso de salvarte. Solo tienes que decir: «Dios mío, soy un pecador. Perdóname, estoy arrepentido, ten misericordia de mí y sálvame por amor de Jesús». Sí, tómale la palabra. «Porque todo aquel (incluido tú) que invocare el nombre del Señor, será salvo»(Rom. 10:13). Cree y serás salvo. Lo que te salva no es asistir a la iglesia, ni tus buenas obras. Solo Cristo salva.

Tú dirás: «¿Es eso todo lo que hay que hacer para ser salvo?». Sí, eso es todo. Es lo que está escrito. Es el plan de Dios. Créelo y ponlo en práctica hoy mismo. Ahora es el tiempo. «He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación» (2 Cor. 6:2).

Si estas palabras no te parecen lo suficientemente claras, léelas varias veces hasta que las hayas comprendido bien. Tu alma vale más que todos los tesoros del mundo. «Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?» (Mar. 8:36).

Asegúrate que estás salvado, pues tú lo necesitas sobre todas las cosas. Si pierdes el alma, lo pierdes todo. Que Dios te ayude a salvarte hoy. No confíes en tus sentimientos, pues ellos cambian. Afírmate en las promesas de Dios, que nunca cambian. «A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos» (Mat. 10:32).

Bendiciones!

viernes, 15 de octubre de 2021

¿Por qué Jacob?

 



Decir: ¿Por qué Jacob?... es como decir: ¿por qué yo?

 

Si nosotros hubiésemos estado en el lugar de Dios, seguramente no hubiéramos elegido nunca a un hombre como Jacob para depositar en él una gran honra.

 

Hubiéramos, tal vez, considerado que la inversión era demasiado alta para un caso tan poco promisorio.

 

Y si lo hubiésemos escogido, habría sido, tal vez, para ejemplificar en él, no el prototipo de un hombre de Dios, sino la figura de un carácter maleado, y la conducta de un réprobo.

 

O bien hubiéramos elegido a su hermano Esaú, que, en muchos aspectos, presenta rasgos más atractivos que Jacob desde el punto de vista moral.

 

Sin embargo, Dios no pensó así cuando escogió a Jacob.

 

La elección de Jacob debía dejar en claro, en primer lugar, la Soberanía de Dios en la elección de los hombres. Y, al menos, también debería establecer claramente algunos principios sobre los cuales habría de trabajar el Señor en las futuras edades con sus siervos.

 

La figura y la vida de Jacob está íntimamente ligada a todos nosotros, los hijos de Dios, porque en él Dios ha querido representar, hasta en sus mínimos detalles, cuál es el trato que Dios da al hombre natural, ese «yo» que todos llevamos dentro, que suele ser muy piadoso, y que se esmera por agradar a Dios con sus propias fuerzas.

 

Pero la fuerza del hombre natural ha de ser quebrantada y debilitada en toda su amplia expresión, si hemos de colaborar con Dios en su propósito eterno.

 

Siendo verdad que fuimos escogidos para colaborar con Él en ese propósito, las herramientas con que lo haremos no han de ser los recursos naturales, ni nuestras buenas intenciones, ni los celos carnales «no conforme a ciencia», sino la vida de Cristo en nosotros, forjada pacientemente por la disciplina del Espíritu Santo.

 

Cristo ha de ser formado en nosotros; pero esto jamás será posible sin que nuestras fuerzas sean drásticamente debilitadas.

 

Jacob es representativo, pues, de todos nosotros, de ti y de mí, que hemos sido también llamados.

 

Como escogido de Dios, Jacob tenía su fin asegurado; la obra de Dios en él tenía, de antemano, un sello enteramente confiable.

 

Pero, ¿qué diremos del largo proceso que habría de seguir hasta llegar a ese fin?

 

La huida temprana de su casa bajo la amenaza de su hermano, sus angustias de fugitivo, sus sufrimientos en casa de su tío Labán, sus largas noches a la intemperie como pastor de ovejas, sus temores en el reencuentro con Esaú, la muerte temprana de su esposa amada, la desaparición de su hijo predilecto, todo parecía confabularse contra él.

 

Sin embargo, todo fue calibrado con especial cuidado por Dios para producir finalmente uno de los caracteres más hermosos de la Biblia.

 

¿Y qué diremos de nosotros?

 

¿Será diferente nuestra situación?

 

Nos conviene conocer los caminos de Dios con sus siervos para que no nos sorprenda el fuego de prueba que nos envuelva, ni nos desalienten las dificultades que se nos presenten en esta vida.

 

La Soberanía de Dios es la única explicación en la elección de Jacob.

 

Y hay en esto una tremenda enseñanza de seguridad divina para nosotros los creyentes: ¡Después de haber elegido Dios a Jacob, hay esperanza para todo hombre o mujer, por astutos o engañadores que sean!

 

Si Dios pudo hacer de Jacob un vaso de honra, puede hacerlo también con cualquiera.

 

Bendiciones amados del Señor!

 

 


viernes, 8 de octubre de 2021

Seremos arrebatados

 


Sorprendentemente, Enoc es el séptimo desde Adán. Por lo cual se puede decir que la muerte no pudo con el séptimo (el 7 es el número de Dios). Enoc es un tipo de Cristo, quien habría de vencer a la muerte, y también de los santos vivientes que serán arrebatados al cielo cuando aparezca el Señor Jesucristo en las nubes.

 

Enoc no fue obligado a permanecer en el mundo hasta que la iniquidad de esa generación llegara a su colmo y los juicios de Dios cayeran sobre ella. Es una gran bienaventuranza ser quitado de en medio de una avalancha de perdición como aquella. Así será también con los cristianos que hoy caminan con Dios y le agradan.

 

En los días de Enoc existía, igual que hoy, un gran desarrollo de las artes y la ciencia. Los hijos de Caín procuraron embellecer un mundo maldito con los dulces sonidos del arpa y la flauta, pero Enoc había encontrado otro mundo mejor en el que deleitarse. Enoc vivió a espaldas de un mundo gobernado por la muerte y por los hijos de Caín.

 

Si a Génesis 5:24 le agregamos Hebreos 11:5 y Judas 14-15, tenemos algunas importantes cosas respecto de Enoc:


 1. Enoc fue un hombre de fe (es el seguidor de Abel en la lista de Hebreos 11). «Por la fe Enoc…». El punto de partida de una vida que agrada a Dios es la fe; y ésta consiste en vivir mirando con esperanza cosas que no se ven.

 2. Enoc caminó con Dios, lo cual implica separación, santidad y pureza. «No solo andaba detrás de Dios, como hacen todos los creyentes, sino que andaba con Dios, como si estuviese ya en el cielo», escribió Matthew Henry. ¿Cómo podrían andar dos juntos, si no estuvieren de acuerdo? (Amós 3:3) ¿Cómo podrían andar dos juntos si no comparten el mismo carácter y objetivos?

  3.  Dios lo traspuso. «Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios». Ser traspuesto es ser quitado de la tierra milagrosamente. No por la vía de la muerte, sino de la gloria. Enoc fue el primero, pero vendrán muchos después de él. 

    4. Tuvo testimonio de haber agradado a Dios. El testimonio interior es claro y seguro en quienes agradan a Dios. Ellos no andan a oscuras, sino que ven claramente. Han aprendido el arte de negarse a sí mismos y dejarse guiar por el Espíritu de Dios. 

5. Fue un profeta –en rigor, fue el primer profeta– que testificó de los juicios de Dios a una humanidad impía. «De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él» (Judas 14-15).

  

Enoc caminó tan cerca de Dios que pudo ver con meridiana claridad la impiedad de su generación. Enoc se alejó tanto del mundo circundante, en su camino al cielo, que Dios se lo llevó antes de tiempo. 

Nosotros los que caminamos con Cristo seremos también arrebatados.


Recibe hoy a Cristo en tu corazón y serás arrebatado muy pronto, y pasarás la Eternidad con Dios.



No estás solo

  Yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron». – 1 Reyes 19:18. Remanente ...