domingo, 21 de noviembre de 2021

Las pruebas de Dios

 



(Santiago 1: 2-5) Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, 3 sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. 4 Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna. 5 Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.

 

 

Llevamos 20 meses de pandemia y han muerto millones en el mundo.

 

Muchos de los fallecidos eran cristianos, pero muchos otros no. La mayoría de ellos murió sin Cristo y eso es terrible.

 

Los cristianos que fallecieron ya duermen en el señor y damos gloria a Dios por su Fidelidad.

 

¡Que tremenda prueba tan inesperada hermanos! Hace dos años el mundo estaba como había estado siempre. No había restricciones para andar, la gente hacía lo que quería sin amenaza de plagas, se movía como le placiera.

 

Hoy todavía no sabemos cuánto va a durar esta pandemia; se habla de que conviviremos con el virus y quizás lo haremos hasta que Cristo venga. Eso nadie lo sabe.

 

Santiago o Jacobo escribe esta epístola: se trata de uno de los hermanos del Señor Jesús. Y Santiago inicia su carta hablando justamente de las diversas pruebas, de las grandes o las medianas (en el reino de Dios no hay prueba que sea pequeña), y del modo en cómo debemos resistirlas los creyentes.

 

Pero Santiago no nos habla de las muchas pruebas que enfrentamos los cristianos como un consejo de líder; nos habla de las pruebas porque él mismo estaba siendo probado como siervo del Señor. Y la palabra que Santiago utiliza es PACIENCIA.

 

¿Por qué paciencia? Porque él sabía que en ocasiones las pruebas tienden a alejar a la gente de Dios. Entonces él nos habla de paciencia y de sumo gozo, porque Santiago nos anticipa cuál es el resultado de la prueba en Cristo y cuál es su trascendencia espiritual en nuestras vidas cuando salimos de ellas.

 

Él escribe esta carta en un tiempo de persecución, en un tiempo de angustias y temores, en donde todos ellos estaban siendo perseguidos y ejecutados por los emperadores romanos.

 

Y de hecho todos los apóstoles de Cristo murieron finalmente en pruebas trágicas: algunos fueron decapitados, otros fueron quemados, otros echados a las fieras, y Santiago mismo muere violentamente al ser tirado de un piso alto y luego apedreado en el año 62 d.C.

 

Así que ni Pedro ni Santiago escriben de las pruebas en la Biblia como si las desconocieran. Escriben de ellas porque las vivieron en carne propia, porque experimentaron el dolor y la angustia al igual que nuestro Señor Jesús.

 

Y si pensábamos hermanos que nosotros no seríamos probados, tan sólo pensemos en las tragedias ocurridas en estos 20 meses de pandemia.

 

Esta gran prueba no ha sido solamente para los creyentes sino para toda la humanidad. Pensemos en cuántos murieron, en todas las familias que perdieron a familiares, en cuántas familias quedaron huérfanas, en todos los hermanos que sufrieron la enfermedad y vivieron esa terrible tribulación de estar confinados o en una cama de hospital, preguntándose con lágrimas en los ojos por qué les sucedió a ellos. Y pensemos en los miles que aún siguen padeciendo las secuelas.

 

O simplemente evoquemos las diversas pruebas de otra índole, en las carencias, en los problemas de rupturas, en las enfermedades de nuestro cuerpo, en los ataques que muchos hemos vivido de una u otra forma.

 

Amados: Las pruebas son eventos que todos los creyentes vamos a pasar, es algo que todos vamos a vivir y debemos entenderlo. Es algo que no vamos a poder evitar. Ni el Señor Jesús ni ninguno de los apóstoles pudieron evitar vivir sus propias pruebas, y todos ellos pagaron con sus propias vidas.

 

Ahora bien, la Biblia nos dice que en un sentido espiritual, las pruebas en la vida del creyente tienen un efecto purificador, tienen un efecto de fortalecimiento de nuestra fe. Es por eso que Dios nos prueba en este mundo, y además las pruebas demostrarán en quién está puesta nuestra fe.

Porque la clave de la prueba es la perseverancia que cada uno como creyente va demostrar debido al amor que tiene por el Señor.

 

Hay muchos que en medio de la prueba han abandonado la fe de Cristo. Otros han aceptado la prueba, si no con gozo, como dice Santiago, han sabido retener lo que tienen del Señor.

 

Porque la fe de un cristiano no se destruye en medio de la prueba, sino que se fortalece y sale victoriosa.

 

La clave de pasar por las pruebas es la perseverancia en Cristo. No existe otra fórmula. Necesitamos permanecer en la Palabra, tenemos que perseverar en medio de las pruebas y seguir alabando y adorando al Señor en nuestros corazones.

 

(Hechos 14:22) confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.

 

Las pruebas examinan nuestra fe. Si hoy te encuentras en medio de una prueba es con el propósito de fortalecer tu fe, porque la prueba es siempre una bendición en los hijos de Dios. El Señor utiliza las pruebas en la vida del cristiano para producir crecimiento y fuerza espiritual.

 

A menudo, cuando estamos pasando por una prueba nos preguntamos por qué permite Dios aquella situación. Pero Dios nos responde esta pregunta a través de la epístola de Santiago: PACIENCIA DE DIOS PARA FORTAECERNOS ESPIRITUALMENTE Y ALCANZAR LA META DE LA SALVACIÓN.

 

Demos gracias a Dios entonces por las pruebas, y alabemos al Señor por su Gran Sabiduría para tratar con cada uno de nosotros en sus diversas pruebas.

 

Bendiciones para todos los que lean esta Palabra, en el Nombre bendito de Jesús.


 


martes, 16 de noviembre de 2021

La misericordia de Dios

 


Alabad a Jehová, porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia. (Salmos 136:1).

 

 

Dios tiene que ser alabado por su Gran bondad, tenemos que alabarlo todos los días, tenemos que alabarlo siempre. La misma Palabra lo ordena, no como una imposición mecánica o un gravamen o exigencia, sino como una alabanza genuina que brote de nuestro corazón para Él.

 

La misericordia de Dios la podemos considerar como esa virtud divina por medio de la cual Él detiene el juicio de muerte que merecemos como pecadores, y espera que nosotros tomemos el paso del arrepentimiento para así ya no tener que pagar con nuestra vida.

 

Para que este arrepentimiento pudiera surtir efecto, ya el Señor Jesús pagó por todos nuestros pecados en la cruz y Su sangre es efectiva para limpiarnos aún hoy de todo pecado.

 

La misericordia es un deleite para Dios, dice (Miqueas 7:18-19) “¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia.  El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.”

 

Nuestro Dios es eternamente bueno y misericordioso. Es difícil entender cómo Él puede deleitarse en misericordia cuando día tras día los seres humanos fallamos. Pero Dios prefiere la misericordia al enojo. ¡Qué bueno es Dios! Esto es algo que debemos aprender para aplicarlo en nuestro terreno nosotros, es decir, preferir también la misericordia, la compasión y el perdón antes que el enojo, el odio y las rencillas.

 

La misericordia de Dios hace posible en nuestras vidas un sinnúmero de bendiciones. La misericordia de Dios nos sana de las enfermedades; la misericordia de Dios nos provee todos los días, a veces sin que lo notemos; la misericordia de Dios nos limpia cada vez que confesamos nuestros pecados delante de Su Presencia.

 

Dios es misericordioso y bueno para siempre. Él hace que el sol y la lluvia salgan sobre buenos y malos (Mateo 5:45). El sol y la lluvia son necesarios para que la tierra de sus frutos, para que los animales sacien su sed y se alimenten, para que muchos procesos naturales se lleven a cabo y las personas puedan proveerse. Dios nos da todo por su misericordia.

 

Dios es eternamente bueno y misericordioso. (Salmos 103: 1-5) “Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias; el que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila.”

 

¿Cuál debe ser nuestra actitud frente a tanta misericordia inagotable?  Por supuesto que hay muchas más muestras de la misericordia de Dios. Y por ello la pregunta es, ¿nosotros cómo deberíamos actuar?

 

Dios espera que al darnos tanta misericordia, nosotros también demos misericordia a los demás. No puede ser que Dios sea bueno con nosotros y nosotros no lo seamos con el prójimo en la medida de nuestras posibilidades.

 

No basta con aceptar que somos pecadores y que hemos hecho cosas indebidas; hay que cambiar el rumbo, girar hacia los mandamientos de Dios y dejar atrás aquello que no le agrada a Él. De esta manera, dice la Biblia que alcanzaremos más misericordia.

 

Este tiempo de Gracia, ante la inminente venida de nuestro Señor Jesucristo, nos ha sido dada para que arreglemos nuestras vidas. También desde luego para hablarles a otros de Su Palabra, pero también, más todavía, con nuestro ejemplo.

 

La Biblia dice que la misericordia de Dios es para siempre y eso es absolutamente cierto. Así que debemos aprovechar este tiempo de Gracia sobre nosotros para vivir como nuevas criaturas y en paz con Él.

 

El Espíritu puso en mi corazón escribir este mensaje. Mando bendiciones del Señor para todas las familias, para los hijos de Dios. Para todos aquellos que han regresado a las aulas o al trabajo. Para los hijos y nietos. Dios bendiga sus vidas siempre.

 

Bendito sea el Señor! Amén.


No estás solo

  Yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron». – 1 Reyes 19:18. Remanente ...