Alabad a Jehová, porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia. (Salmos 136:1).
Dios tiene que ser alabado
por su Gran bondad, tenemos que alabarlo todos los días, tenemos que alabarlo
siempre. La misma Palabra lo ordena, no como una imposición mecánica o un gravamen
o exigencia, sino como una alabanza genuina que brote de nuestro corazón para
Él.
La misericordia de Dios la
podemos considerar como esa virtud divina por medio de la cual Él detiene el
juicio de muerte que merecemos como pecadores, y espera que nosotros tomemos el
paso del arrepentimiento para así ya no tener que pagar con nuestra vida.
Para que este
arrepentimiento pudiera surtir efecto, ya el Señor Jesús pagó por todos
nuestros pecados en la cruz y Su sangre es efectiva para limpiarnos aún hoy de
todo pecado.
La misericordia es un
deleite para Dios, dice (Miqueas 7:18-19) “¿Qué Dios como tú, que perdona la
maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre
su enojo, porque se deleita en misericordia. El volverá a tener misericordia de nosotros;
sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros
pecados.”
Nuestro Dios es eternamente
bueno y misericordioso. Es difícil entender cómo Él puede deleitarse en
misericordia cuando día tras día los seres humanos fallamos. Pero Dios prefiere
la misericordia al enojo. ¡Qué bueno es Dios! Esto es algo que debemos aprender
para aplicarlo en nuestro terreno nosotros, es decir, preferir también la
misericordia, la compasión y el perdón antes que el enojo, el odio y las
rencillas.
La misericordia de Dios
hace posible en nuestras vidas un sinnúmero de bendiciones. La misericordia de
Dios nos sana de las enfermedades; la misericordia de Dios nos provee todos los
días, a veces sin que lo notemos; la misericordia de Dios nos limpia cada vez
que confesamos nuestros pecados delante de Su Presencia.
Dios es misericordioso y
bueno para siempre. Él hace que el sol y la lluvia salgan sobre buenos y malos
(Mateo 5:45). El sol y la lluvia son necesarios para que la tierra de sus
frutos, para que los animales sacien su sed y se alimenten, para que muchos
procesos naturales se lleven a cabo y las personas puedan proveerse. Dios nos
da todo por su misericordia.
Dios es eternamente bueno
y misericordioso. (Salmos 103: 1-5) “Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga
todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno
de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas
tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y
misericordias; el que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el
águila.”
¿Cuál debe ser nuestra
actitud frente a tanta misericordia inagotable?
Por supuesto que hay muchas más muestras de la misericordia de Dios. Y
por ello la pregunta es, ¿nosotros cómo deberíamos actuar?
Dios espera que al darnos
tanta misericordia, nosotros también demos misericordia a los demás. No puede
ser que Dios sea bueno con nosotros y nosotros no lo seamos con el prójimo en
la medida de nuestras posibilidades.
No basta con aceptar que
somos pecadores y que hemos hecho cosas indebidas; hay que cambiar el rumbo, girar
hacia los mandamientos de Dios y dejar atrás aquello que no le agrada a Él. De
esta manera, dice la Biblia que alcanzaremos más misericordia.
Este tiempo de Gracia, ante
la inminente venida de nuestro Señor Jesucristo, nos ha sido dada para que arreglemos
nuestras vidas. También desde luego para hablarles a otros de Su Palabra, pero
también, más todavía, con nuestro ejemplo.
La Biblia dice que la
misericordia de Dios es para siempre y eso es absolutamente cierto. Así que
debemos aprovechar este tiempo de Gracia sobre nosotros para vivir como nuevas
criaturas y en paz con Él.
El Espíritu puso en mi
corazón escribir este mensaje. Mando bendiciones del Señor para todas las
familias, para los hijos de Dios. Para todos aquellos que han regresado a las
aulas o al trabajo. Para los hijos y nietos. Dios bendiga sus vidas siempre.
Bendito sea el Señor!
Amén.
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