lunes, 28 de junio de 2021

Vé y haz tú lo mismo

 


(Lucas 10: 25-37) Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? 26 Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? 27 Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. 28 Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás. 29 Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? 30 Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. 31 Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. 32 Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. 33 Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; 34 y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. 35 Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. 36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? 37 Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.

 

ORACIÓN: TODA LA GLORIA PARA MI SEÑOR JESUCRISTO.

 

¿Y quién es mi prójimo?». Y nadie está mejor capacitado que el Señor Jesús para dar respuesta a esta pregunta Jesús. Porque «Jesús sabe lo que hay dentro del hombre(Juan 2:25) 

Ésta es una parábola bendecida por causa del Samaritano, que es un hermoso reflejo de la misericordia de Jesús. 

Los judíos creían que su prójimo era solamente otro judío, no un samaritano o una persona de otra raza. Por eso Jesús pone el ejemplo, no de un judío bueno, sino de un samaritano bueno… y de dos judíos malvados y sin misericordia. 

Pero vamos a la Parábola. Para empezar observamos:

I. Una triple miseria. Este hombre fue:

1. DESNUDADO de sus vestidos (v. 30). Este judío bajó de Jerusalén a Jericó, unos 30 km, y cayó entre ladrones, y fue atacado y golpeado y desnudado. Porque hay gente mala en el mundo… es toda esa gente que anda haciendo el mal a otros. 

Desde la caída de Adán, este mundo ha sido una guarida de ladrones. El negocio de muchos consiste en conseguir de los otros todo lo que le sea posible. 

Y con eso se encontró este hombre. Una banda de ladrones lo despojó y casi pierde la vida. Y hoy vemos que el mundo está lleno de eso mismo. 

2. FUE HERIDO (v. 30). Tal vez fue herido al resistir a los ladrones. Nuestra propia fuerza no puede contra muchos o contra las armas. Hemos visto que a diario hay muertos, secuestrados, asaltados, mujeres violadas, feminicidas… Desde los tiempos de Jesús ya estaba mal el mundo…imagínese ahora. 

3. MEDIO MUERTO (v. 30). Este judío sólo podía esperar la compasión de algún corazón bondadoso, de alguna mano compasiva. 

II. Y VEMOS QUE HAY UNA ACTITUD TRIPLE. En el Sacerdote, el Levita y el Samaritano vemos tres actitudes diferentes hacia la gente necesitada, o sea, hacia nuestro prójimo: 

PRIMERA) UNA PERFECTA INDIFERENCIA. «Un sacerdote… pasó por el lado opuesto del camino» (v. 31). Este sacerdote iba de paso, o sea, andaba de servicio. Pudo haberse detenido a ayudar al mal herido. Pero vemos que no le mueve el corazón este hombre moribundo tirado al lado del camino. Amados, sin amor por los demás no hay nada en nosotros. 

Y ESTO NOS ENSEÑA ALGO MÁS. El sacerdote representa las obras de la Ley. Pero no se puede poner ninguna esperanza en la Ley. SÓLO la GRACIA DE JESUCRISTO PUEDE DARNOS EL VERDADERO AMOR POR EL PRÓJIMO. 

SEGUNDA) UNA CURIOSIDAD INTERESADA. «Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó por el otro lado» (v. 32).

Este hombre es un tipo de los que son religiosos y puntillosos, pero no tienen compasión de nadie. Te exigen, te cuestionan, te piden que hagas esto o aquello. Pero en el momento de la necesidad, ellos mismos pasan por el otro lado del necesitado. Si hay que cooperar hacen como que no oyen. 

Quieren saber lo que hacen los demás, pero ellos no quieren ayudar. Este levita pudo dar un informe detallado de este pobre hombre al llegar al templo, y justificar su nula compasión. Tal vez diciendo que aquel sitio era demasiado peligroso para quedarse allí para levantar al caído. (1 Jn. 3:17) Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? 

TERCERA) UNA MISERICORDIA PRÁCTICA. «Un samaritano que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a compasión»… (vv. 33-35). 

Aunque los judíos no se llevaban bien con los samaritanos, éste samaritano, movido a misericordia, sí que estaba dispuesto a acercarse al judío medio muerto para ayudarlo. 

A VECES NOS PASA QUE AYUDAMOS SOLO A NUESTRA FAMILIA, O A AMIGOS QUE NOS CAEN BIEN… PERO CON LOS QUE NO NOS LLEVAMOS BIEN, NO QUEREMOS VERLE NI LA CARA. 

Y esta es la GRAN ENSEÑANZA de la parábola del Señor. Un hombre que el herido menospreciaba, muestra compasión por él, y en su misericordia salva al que no lo quería, y que siempre vivía en enemistad contra él. 

Y Cristo hizo lo mismo por nosotros, que estábamos muertos en nuestros delitos y pecados (Ef. 2:15-18). Jesús vino a buscar y a salvar lo que se había perdido… eso éramos todos nosotros. 

Este buen samaritano se parece al menospreciado Jesús Nazareno, que viene a buscar y a salvar lo que se había perdido. 

1. Y dice la Biblia: «Vino cerca de él.» Y Cristo viene justo donde estamos… En nuestra condición de desnudez y malheridos como estamos no podíamos hacer nada por nosotros mismos (Ro. 5:6) Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. 

2. «Fue movido a compasión» (v. 33). Su corazón se movió por misericordia hacia el malherido. Y la Salvación de Cristo fue una obra del Gran Corazón de Dios por nosotros que estábamos muertos. «Nos amó, y se entregó a Sí mismo por nosotros(Efe. 5:2). 

3. «Vendó sus heridas, echándoles aceite y vino.» Aunque estemos llenos de heridas y llagas, Cristo viene a vendarlas y a sanarlas, dice (Lc. 4:18). ¡Qué compasión la de este samaritano, que es un tipo del Señor Jesús! 

4. «Y poniéndole sobre su propia cabalgadura…» Le dio su propio caballo. Él no dijo: No, el caballo no. Él dijo: Aquí tienes un caballo, lo necesitas, tómalo, es tuyo. ¡Cuánto amor por su prójimo! Amados: Aquellos a los que el Señor levanta son también establecidos en su propio lugar. «Ahora somos hijos de Dios». (1 Juan 3:2). 

5. «Lo llevó a un mesón.» O sea, a lugar seguro. Cristo nos sentó en los lugares celestiales junto con él, sin merecerlo, dice la Palabra de Dios. Los salvos del Señor encuentran su Lugar de refugio y encuentran nuevos hermanos en Cristo. 

6. «Y cuidó de él.» En la Salvación de Cristo no sólo hay una gran liberación, sino también una especial providencia todos los días (Ro. 8:28) Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. 

7. Dejó una promesa en cuanto a Su Venida (v. 35). «Yo te lo pagaré cuando regrese.» Cristo nos ha dejado preciosas y grandísimas promesas. Dice (Mat. 25:40) «De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis» 

La gran lección es que Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplos para que sigamos sus pisadas… para que hagamos el bien a otros… 

EL SEÑOR NOS DICE: (v. 37) «Ve, y haz tú lo mismo» 

PONGASE DE PIE.

HERMANO, NO SÉ CUÁNTAS VECES HAS VISTO TÚ LA NECESIDAD… Y NADIE TE HA AYUDADO. 

NO SÉ CUÁNTAS VECES VISTE LA NECESIDAD EN OTROS, Y TAL VEZ PUDISTE AYUDAR, PERO PASASTE DE LARGO. 

O NO SÉ CUANTAS VECES, AHORA EN LA PANDEMIA, VIMOS ESA NECESIDAD Y NO PUDIMOS AYUDAR. 

Pero DIOS NOS PONE EL EJEMPLO EN ESTA PARÁBOLA DE CÓMO DEBEMOS AYUDAR A NUESTRO PRÓJIMO… RECUERDA QUE CRISTO NO VE COLOR DE PIEL, RAZA, COSTUMBRES… DIOS TE AMÓ TAL COMO ERES.,, Y ASÍ MISMO QUIERE EL SEÑOR QUE TU AMES A TU PROJIMO. 

POR ESO EL SEÑOR JESÚS NOS DICE; VÉ Y HAZ TÚ LO MISMO… AYUDA AL QUE TE PIDE… VÉ Y ECHA UNA MANO DONDE SE NECESITA…VÉ Y DA ALGO DE LO QUE TIENES AL HAMBRIENTO, AL QUE TIENE SED, AL QUE NO TIENE UN VESTIDO, AL QUE NO TIENE UN LUGAR DONDE DORMIR…. 

NO AYUDES SOLO A LA GENTE CERCANA, A TU FAMILIA O CONOCIDOS… AYUDA AL QUE NO CONOCES PERO QUE NECESITA DE TI. 

TE INVITO A PASAR ADELANTE HERMANO… VAMOS A ORAR POR TODOS LOS NECESITADOS, LOS QUE ESTÁN ENFERMOS, LOS QUE ESTÁN SUFRIENDO… Y A DAR GRACIAS A DIOS POR ESTA PALABRA EN EL NOMBRE DE JESÚS.


jueves, 10 de junio de 2021

¿Eres el Cristo, el Hijo de Dios?

 



“Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.”

(Juan 20:31) 

 

Dice la Biblia que Satanás le dijo al Señor Jesús: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”. 

Y dice la Biblia que el malhechor en la cruz le dijo: “Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros”. 

Al unir ambas tentaciones, tenemos: “Si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios”. 

Juan escribió casi al final de su evangelio: “Pero estas cosas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (20:31). 

En su primera epístola, el mismo apóstol escribe: “Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios”, y más adelante agrega: “¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?” (Juan 5:1, 5). 

A ver: Cuando Satanás y el malhechor tentaron al Señor, lo hicieron en los momentos más críticos de su vida terrenal: en medio del hambre del desierto y en el dolor de la agonía sobre la cruz. 

Ellos apuntaron sus dardos hacia la parte más dolorosa del Señor, porque con cada uno de ellos desconocían dos atributos fundamentales de Jesús: su carácter de Ungido, y de Hijo de Dios. 

Atacaban nada menos que su Persona y su Calificación para hacer la obra de Dios como Mesías. 

La tentación consistía realmente en moverlo a actuar: en el primer caso a convertir las piedras en pan, y en el segundo, a salvarse de la muerte en la cruz. 

El Señor Jesús tenía poder para hacer ambas cosas; sin embargo, teniéndolo, no actuó ni en uno ni en otro sentido. Para Él era más difícil refrenarse que actuar, porque tenía el poder para hacerlo. 

Pero eso no es todo: si Jesús hubiese cedido, no solo no habría vencido la tentación, sino que además, no hubiese podido Juan escribir lo que escribió: que el que cree en Él tiene vida en su nombre, que nace de nuevo, y vence al mundo. 

¿No hubiera sido una gran desgracia, la más grande? 

Pero eso no ocurrió. 

Jesús venció ambas tentaciones, y hoy los cristianos podemos afirmar resueltamente aquello que el diablo y aquel pobre ladrón intentaron desconocer en aquellos días: “¡Señor Jesús, tú eres el Cristo, el Hijo de Dios!”. 

¡Bendiciones para todos!


lunes, 7 de junio de 2021

Cerca de ti

 



"Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo”.
– Hechos 2:21.


¿Cómo es posible esto? 

Lo es, porque Dios ha cumplido otra profecía del profeta Joel que anuncia: “Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne”. 

Una vez que el Espíritu Santo ha sido derramado sobre toda la humanidad, el más débil pedido que hace el pecador a Dios, es suficiente.

Ningún predicador del evangelio puede ser de mucha utilidad si no cree esto. 

Es vital para nuestra predicación la proximidad del Espíritu Santo al pecador. 

Dios en los cielos está demasiado lejos del alcance del hombre.

Entretanto, “no digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo) … Cerca de ti está la palabra” (Rom. 10:6, 8). 

Yo siempre confío en que el Espíritu Santo está sobre un hombre cuando le predico a Cristo, de la misma manera que estaba sobre las aguas durante la creación.

Él Señor está esperando para introducir a Cristo en la vida de ese hombre. 

Su ministerio es como la luz del día. Él abre las ventanas aunque solo sea un poco, y la luz inunda e ilumina todo el interior.

Con tan solo un mínimo llamado del corazón a Dios, en ese mismo instante el Espíritu entra y comienza su obra transformadora de convicción de pecado, arrepentimiento y fe –el milagro del nuevo nacimiento-.

Dios les bendiga.

martes, 1 de junio de 2021

El desfallecimiento de Elías

 


«Y él se fue por el desierto un día de camino y vino y se sentó debajo de un enebro; y, deseando morirse, dijo: ¡Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy mejor que mis padres!» 

(1Reyes 19:4).


Podemos aprender mucho de las vidas de otras personas.

Elías mismo no es sólo un profeta sino una profecia.

Su experiencia nos enseña mucho a todos sin excepción.

A veces entramos en una especie de misterioso estado de desaliento en el ministerio, y es bueno aprender de la Escritura lo que otros han experimentado al pasar por el Valle de Sombra de Muerte.

Los cansados y enfermos de corazón, duramente probados, son propicios a desfallecer; se imaginan que en tal o cual tiempo les ha ocurrido esto o aquello tan extraño e incomprensible, pero no es así.

Mirando atrás las pisadas sobre las arenas del tiempo, pueden ver tan sólo las huellas del pie del hombre; pero deben consolarse al saber que no era el hombre, sino los pasos del Señor. Estudiemos este caso:

I. LA DEBILIDAD DE ELÍAS.

1.  Era un hombre de iguales pasiones que nosotros (Santiago 5:17).

Desfalleció en el momento que debía ser más fuerte; como muchos otros personajes lo hicieron: Abraham, Job, Moisés, Pedro, etc.

2.  Sufrió una terrible reacción. Los que suben mucho también están propensos a bajar. La profundidad de su desaliento es igual a la altura de sus victorias.

3.  Estaba triste y cansado después de la excitación del Carmelo y la innecesaria carrera al lado del carro de Acab.

4.  Su deseo era insensato. «¡Señor, quítame la vida!>

·       Estaba huyendo para salvar su vida, y quería morirse; para ello no necesitaba salir al desierto.

·       Pero él era más necesario que nunca para mantener la buena causa.

·       Es bien raro que uno que huía para escapar de la muerte clamara: «¡Toma mi vida! ¡Quita mi vida!»

·       ¡Cuán insensatas son nuestras oraciones cuando nuestros espíritus desfallecen!

II. LA TERNURA DE DIOS HACIA ÉL.

1.  Le permitió dormir. Esto era mejor que una medicina o una reprensión interior.

2.  Lo alimentó con alimento conveniente.

3.  Le permitió contar sus penas (véase vers. 10). Esto es, a menudo, el mejor consuelo. Explicó su caso y así alivió su desaliento.

4.  Dios se reveló a sí mismo en sus diversos caminos. El viento, el terremoto, el fuego y la voz suave eran voces de Dios. Cuando sabemos lo que Dios es, somos menos turbados por otros asuntos.

5.  Le dio buenas nuevas: «Sin embargo, yo haré que queden siete mil en Israel» (vers. 18). De este modo su sentimiento de soledad fue quitado.

6.  Le dio más trabajo para hacer: Ungir a otros, por medio de los cuales los propósitos del Señor de castigo e instrucción serían llevados a cabo.

Aprendemos de esto algunas lecciones útiles.

Tres personajes en la Sagrada Escritura pidieron la muerte: Elías, Moisés y Jonás, pero las tres fueron oraciones sin respuesta.

Para el pecador nunca es bueno buscar la muerte, pues la muerte para él es el infierno; señal de su propia y segura condenación.

Pero no es menos equivocado tal deseo en un creyente. ¿Qué oímos en este caso? ¡Elías desfalleciendo y abandonándolo todo!

¡Este heroico espíritu ahora estaba desolado y postrado!

¡El que osó decir a la cara de Acab: «Eres tú y la casa de tu padre los que turbáis a Israel»; el que podía levantar un muerto, abrir y cerrar los cielos, manejar el fuego y el agua con sus oraciones; el que se atrevió a desafiar a todo el pueblo de Israel y matar a 450 profetas de Baal, le vemos aquí hundirse por el mal ceño y amenazas de una mujer!

¿Pedía que le quitara Dios la vida porque temía perderla? ¿Quién puede esperar una constancia sin mácula de la carne y la sangre cuando vemos a Ellas desfallecer?

El santo más fuerte y más valiente sobre la tierra está sujeto a algunos ataques de temor y debilidad.

Ser siempre bueno e inmutable es propio tan sólo de los espíritus gloriosos que están en el cielo. Así el sabio y santo Dios tendrá su poder hecho perfecto en nuestra debilidad.

Es en vano para nosotros, mientras llevamos esta carne, esperar una tal salud espiritual que no caigamos alguna vez en desajuste moral. No es una cosa nueva para los hombres santos desear la muerte; ¿quién puede, por tanto, censurar y extrañarse de ello?

Para el peregrino cansado desear reposo, el prisionero libertad, el desterrado el hogar, es tan natural, que la disposición contraria sería monstruosa.

El beneficio del cambio es precisamente el motivo de nuestro deseo, pero pedir la muerte por estar hastiados de la vida, por la impaciencia del sufrimiento, es una debilidad inverosímil para un siervo.

No «basta ya», ¡oh Ellas!... Dios quiere más trabajo todavía para tí. Tu Dios te ha honrado a ti más que a tus padres, y tendrás que vivir para honrarle más a Él.

¿Quién le había dicho a Ellas que ya ¡basta de vivir!? Dios, no; El sabía que no había bastante para Elías ni de trabajo ni de sufrimiento.

Dios tenía más que enseñarle, más que hacer; si el Señor hubiese cumplido su deseo, a la historia de Elías le hubiese faltado su última página, la más gloriosa: Su arrebatamiento al cielo.

Dios los bendiga.



No estás solo

  Yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron». – 1 Reyes 19:18. Remanente ...