Todos sabemos cuán
bueno es el pan, más cuando el panadero se esmera en su elaboración.
Por ello el pan artesanal
siempre ocupará un lugar especial en el gusto de la gente, porque es amasado y
decorado con las manos.
La Biblia dice que cuando
el Señor Jesús estuvo en la Tierra, Él le dijo algo a los judíos que todavía
retumba en los corazones que leen su deliciosa Palabra:
Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí
viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. (Juan 6:35).
Cuán bueno es gustar del
pan sabroso de las panaderías, pero cuán glorioso es comer el Verdadero Pan de Vida.
El señor Jesús dice: Yo soy el pan de vida. Y es Dios quien nos lo está diciendo.
¿Sabe? A lo largo de los
años nos suceden tantas cosas y vivimos tantas cosas y comemos tantas cosas
diferentes.
Hemos pasado hambre, hemos
pasado sed, hemos vivido en los desiertos y hemos extrañado la buena comida y
la buena bebida.
Y a veces, cuando nos
ofrecen pan, cualquier pan, vamos y
comemos y nos saciamos, como aquella gente que seguía a Jesús, no para
comerlo a Él, sino para saciar su hambre temporal.
Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí,
¿cuándo llegaste acá? Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo
que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el
pan y os saciasteis. (vv, 25-26).
¿Por qué sigues tú a
Jesús?
Muchos están siguiendo a
Jesús para saciar un hambre temporal, para limpiar una culpa temporal, para
salir de un problema temporal; lo hacen para hallar algo provisional, para
sentir un gozo temporal, algo que simplemente sea de paso.
En ocasiones el Espíritu
Santo nos toca y nos llena, y nos saciamos con el Pan de Vida… pero después nos
alejamos de Él.
Y luego, cuando volvemos a
oír de Jesús, vamos en su busca para volver a saciarnos, pero no nos decidimos a
quedamos con Él, no nos decidimos a seguirlo a Él, a llevar nuestra cruz en pos
de Él.
¿Por qué sigues tú a
Jesús?
La Palabra de Dios es
clarísima: Yo soy el pan de vida; el que
a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.
Dios nos hace un
ofrecimiento de diamante, porque tiene muchos lados buenos y brillantes. El
primero y más maravilloso es comer el Pan de Vida, que es Jesús. Yo soy el pan de vida.
(v, 53) Jesús les dijo: De cierto, de cierto os
digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis
vida en vosotros.
El Señor Jesucristo, que
es el Verbo divino, usa el verbo comer y usa el verbo beber. Porque comer y
beber es el acto más íntimo que el hombre puede realizar, puesto que la comida
y la bebida entran en el cuerpo y tienen contacto íntimo con los órganos
internos (que no vemos), y tienen un efecto sobre nuestra humanidad, sobre
nuestra sangre, sobre nuestra carne, sobre nuestras enzimas.
El que a mí viene, nunca tendrá hambre, y el que en mí
cree, no tendrá sed jamás.
Entonces, ¿qué nos está
ofreciendo gratuitamente el Señor de Gloria?
Si comemos el Verdadero
Pan de Vida, no tendremos hambre ni tendremos sed jamás. Y esto habla de
eternidad.
(v,51) Yo soy el pan vivo que descendió del cielo;
si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre.
El pan artesanal es sabroso
y bueno, pero el Verdadero Pan de Vida, que es nuestro Señor Jesucristo, no
tiene comparación. Si comemos a Jesús, el Verdadero Pan de Vida, trascenderemos
los cielos, porque su Palabra salta para vida eterna.
El pan artesanal lo
comeremos hoy y mañana volveremos a tener hambre. Y cualquier bebida que
bebamos hoy no saciará nuestra sed sino por un tiempo.
Pero amados, Dios nunca
nos ofrecerá cosas temporales o perecederas. Dios nos ofrece el Verdadero Pan
de Vida del Cielo, que es su Precioso Hijo Jesucristo, para que vivamos para
siempre.
¿Quieres tomarle la
Palabra a Dios?
Sólo recibe a Jesús, el
Verdadero Pan de Vida, como tu Señor y Salvador en este instante, haciendo esta
oración de fe.
Altísimo Padre Santo:
Reconozco que soy un
pecador y que te he ofendido. Me arrepiento de todos mis pecados. Te entrego
hoy mi corazón. Entra en mí y cambia mi vida. Le abro la puerta de mi corazón a
Jesucristo, el Pan de Vida, que murió y resucitó de los muertos para salvarme.
Límpiame y lávame con la
Sangre preciosa que Jesucristo derramó por mí en la cruz del Calvario. Cámbiame
y hazme la persona que Tú quieres que sea de hoy en adelante.
Te doy gracias por
escribir mi nombre en el libro de la Vida, y gracias por regalarme la vida
eterna.
En el nombre de tu Hijo
amado Jesucristo.
Amén.
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