martes, 14 de julio de 2015

El Verdadero Pan de Vida



Todos sabemos cuán bueno es el pan, más cuando el panadero se esmera en su elaboración.

Por ello el pan artesanal siempre ocupará un lugar especial en el gusto de la gente, porque es amasado y decorado con las manos.

La Biblia dice que cuando el Señor Jesús estuvo en la Tierra, Él le dijo algo a los judíos que todavía retumba en los corazones que leen su deliciosa Palabra:

Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. (Juan 6:35).

Cuán bueno es gustar del pan sabroso de las panaderías, pero cuán glorioso es comer el Verdadero Pan de Vida.

El señor Jesús dice: Yo soy el pan de vida. Y es Dios quien nos lo está diciendo.

¿Sabe? A lo largo de los años nos suceden tantas cosas y vivimos tantas cosas y comemos tantas cosas diferentes.

Hemos pasado hambre, hemos pasado sed, hemos vivido en los desiertos y hemos extrañado la buena comida y la buena bebida.


Y a veces, cuando nos ofrecen pan, cualquier pan, vamos y  comemos y nos saciamos, como aquella gente que seguía a Jesús, no para comerlo a Él, sino para saciar su hambre temporal.

Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá? Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. (vv, 25-26).

¿Por qué sigues tú a Jesús?

Muchos están siguiendo a Jesús para saciar un hambre temporal, para limpiar una culpa temporal, para salir de un problema temporal; lo hacen para hallar algo provisional, para sentir un gozo temporal, algo que simplemente sea de paso.

En ocasiones el Espíritu Santo nos toca y nos llena, y nos saciamos con el Pan de Vida… pero después nos alejamos de Él.

Y luego, cuando volvemos a oír de Jesús, vamos en su busca para volver a saciarnos, pero no nos decidimos a quedamos con Él, no nos decidimos a seguirlo a Él, a llevar nuestra cruz en pos de Él.

¿Por qué sigues tú a Jesús?

La Palabra de Dios es clarísima: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.

Dios nos hace un ofrecimiento de diamante, porque tiene muchos lados buenos y brillantes. El primero y más maravilloso es comer el Pan de Vida, que es Jesús. Yo soy el pan de vida.

(v, 53) Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.

El Señor Jesucristo, que es el Verbo divino, usa el verbo comer y usa el verbo beber. Porque comer y beber es el acto más íntimo que el hombre puede realizar, puesto que la comida y la bebida entran en el cuerpo y tienen contacto íntimo con los órganos internos (que no vemos), y tienen un efecto sobre nuestra humanidad, sobre nuestra sangre, sobre nuestra carne, sobre nuestras enzimas.

El que a mí viene, nunca tendrá hambre, y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.

Entonces, ¿qué nos está ofreciendo gratuitamente el Señor de Gloria?

Si comemos el Verdadero Pan de Vida, no tendremos hambre ni tendremos sed jamás. Y esto habla de eternidad.

(v,51) Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre.

El pan artesanal es sabroso y bueno, pero el Verdadero Pan de Vida, que es nuestro Señor Jesucristo, no tiene comparación. Si comemos a Jesús, el Verdadero Pan de Vida, trascenderemos los cielos, porque su Palabra salta para vida eterna.

El pan artesanal lo comeremos hoy y mañana volveremos a tener hambre. Y cualquier bebida que bebamos hoy no saciará nuestra sed sino por un tiempo.

Pero amados, Dios nunca nos ofrecerá cosas temporales o perecederas. Dios nos ofrece el Verdadero Pan de Vida del Cielo, que es su Precioso Hijo Jesucristo, para que vivamos para siempre.

¿Quieres tomarle la Palabra a Dios?

Sólo recibe a Jesús, el Verdadero Pan de Vida, como tu Señor y Salvador en este instante, haciendo esta oración de fe.

Altísimo Padre Santo:

Reconozco que soy un pecador y que te he ofendido. Me arrepiento de todos mis pecados. Te entrego hoy mi corazón. Entra en mí y cambia mi vida. Le abro la puerta de mi corazón a Jesucristo, el Pan de Vida, que murió y resucitó de los muertos para salvarme.

Límpiame y lávame con la Sangre preciosa que Jesucristo derramó por mí en la cruz del Calvario. Cámbiame y hazme la persona que Tú quieres que sea de hoy en adelante.

Te doy gracias por escribir mi nombre en el libro de la Vida, y gracias por regalarme la vida eterna.

En el nombre de tu Hijo amado Jesucristo.

Amén.



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