El Señor nos muestra
detalles extraordinarios en las cosas que sucedieron en el desierto, justo “en el camino que desciende de Jerusalén a
Gaza”. (Hch. 8: 1)
1) Vemos por supuesto el
poder de Dios en primer lugar para guiar el Evangelio de Jesucristo al pecador.
2) Vemos cómo decide Dios a
quién salvar y el modo de salvarlo.
3) Vemos que los siervos
son usados por el Espíritu Santo justo para este propósito cuando hay
obediencia.
4) Vemos que Dios no hace acepción
de personas y que Él es Soberano para salvar a quien quiere.
6) Vemos que Dios no mira
el aspecto sino el corazón.
Dios tiene infinidad de maneras
de salvar y nada ni nadie puede oponerse a Su voluntad. Pero centrémonos hoy en
este texto.
¿Cómo salva Dios?
Para empezar, Dios sabe
dónde estás tú, y Dios sabe dónde estamos todos.
La Biblia dice que Felipe
predicaba la Palabra a multitudes en Samaria, y que allí había un gran
avivamiento. La gente sanaba y era liberada, los paralíticos se levantaban, los
ciegos veían, los sordos oían. Así que Felipe debió sentirse muy bendecido al ver
que el Señor lo usaba con gran poder del cielo.
Pero Dios quería, aparte
de las grandes multitudes en Samaria, salvar también a un hombre solitario. Y Dios
conocía a este hombre solitario.
(vv, 1-2) Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo:
Levántate y ve hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza,
el cual es desierto. Entonces él se levantó y fue.
Aquí vemos al Señor
Todopoderoso moviendo sus piezas para lograr un objetivo: salvar a alguien del
infierno. Porque es Dios quien guía el Evangelio, es Dios quien decide a quién
salvar, y es Dios quien decide a quién usar para que presente al Salvador.
Hay un obrero que está
trabajando, pero también que está obedeciendo, porque la Biblia dice: Entonces él se levantó y fue.
No sabemos cómo fue… no
sabemos si Felipe caminó, o usó algún
otro medio, pero el evangelista tuvo que recorrer unos 100 kilómetros para
llegar al punto que Dios le ordenó.
Vemos que Dios es Soberano
para salvar a quien quiere; vemos que Dios no hace acepción de personas; vemos
que para Dios un alma es más preciosa que el oro, al grado de sacar a un
evangelista de una ciudad avivada para llevarlo al desierto y salvar a uno.
!!Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos!
!Cuán grande es la suma de ellos!
(Sal. 139: 17)
¿Cómo salva Dios al hombre?
El etíope eunuco es el
primer gentil a quien el Espíritu Santo salva. Y su salvación ocurre fuera de
Jerusalén (tipo de la iglesia), en un camino desierto, sin más testigos que Dios
y aquél que le lleva el Evangelio de Jesucristo.
Porque para Dios no hay
jurisdicciones. El etíope había estado en Jerusalén y Dios podía haberlo
salvado allá. Dios podría haber usado a Pedro, o a alguno de los apóstoles,
pero Dios es soberano, lo hace como Él quiere.
Y a partir de aquí la
salvación de los gentiles vendrá como un aluvión del cielo hacia todas partes: la
Gloria del Señor Jesucristo comenzará a formar Su Iglesia con poder.
Pero hay algunas otras cosas
que es necesario comentar.
Si este hombre era etíope
entonces era africano, un hombre de raza negra. Dios nos muestra aquí que Él no
hace acepción de personas, de lenguas, de color de piel, de estatura, de posición, ni de razas. Dios
simplemente salva las almas, no la carne.
Decimos esto porque en la
iglesia moderna se han adoptado formas que no tienen que ver en absoluto con la
Biblia. Y será bueno resaltarlo haciéndonos unas preguntas respecto del primer
hombre gentil que Dios salvó.
¿Cómo iría vestido el
etíope? ¿Cuál sería su indumentaria?
Porque si hoy el aspecto
de un africano es muy típico de su cultura (con lanzas, huesos en la nariz, pinturas
faciales, grandes aros en las orejas, etc.), con mucho más razón debió serlo en
el tiempo de los apóstoles.
Dios jamás mirará nuestro
aspecto, ni la pintura, ni los adornos, ni la indumentaria. Dios sólo mira nuestro
corazón.
(1 Sam. 16:7) “…el hombre mira lo que está delante de sus
ojos, pero Jehová mira el corazón”.
Por eso Él conoce el
anhelo interno de este hombre, que había venido de tan lejos para adorar en
Jerusalén. A Dios no le importa ni su aspecto, ni su indumentaria, ni sus
costumbres, ni sus pecados. Dios ama al pecador tal como es.
¿Cómo miramos nosotros a
las personas en nuestras iglesias, o aún fuera de ellas, cuando debemos llevarlas
a Cristo?
¿Cómo se sentiría este etíope
en Jerusalén, donde tan sólo los judíos tenían acceso al templo?
Sin duda que sintió el
rechazo de los hombres religiosos. Pero Dios nunca lo rechazó. Al contrario,
Dios movió todas las cosas de tal forma para salvarlo, que detuvo un
avivamiento, pues la Biblia dice que Felipe ya no volvió a Samaria, sino que
fue llevado por el Espíritu a otra ciudad llamada Azoto (Ashdod).
Para el Espíritu Santo no
hay imposibles. Simplemente transportó a Felipe, en un parpadeo, unos 400
kilómetros para que siguiera evangelizando por toda la costa hasta llegar a Cesarea.
Otra cosa. Para las
generaciones actuales que miran con el “ojo religioso moderno”, este hombre no
sería siquiera un hombre. La Biblia dice que era eunuco, que carecía de miembro
viril. ¿Pero cómo lo vio Dios que le amó tanto? ¿Cómo salva Dios al hombre?
Amados: Dios jamás se
equivoca. Tal era la fe del etíope eunuco que, después de haber creído y apenas
avistaron agua, sucedió algo que necesitamos entender.
(v, 36 ) Y yendo por el camino, llegaron a cierta
agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?
Hay un mandato dado por
nuestro Señor Jesucristo que necesitamos obedecer todos los que le servimos.
(Mar. 16: 16) El que creyere y fuere bautizado, será
salvo…
Él creyó, y en el acto fue
bautizado por Felipe.
¡Dios les bendiga!
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