La
Biblia dice que los hijos de Dios tienen su ciudadanía en los cielos
(Filipenses 3:20); en cambio, los moradores de la tierra son hombres sin Dios,
que tienen su reino en este mundo (Apocalipsis 3:10 b).
Veremos primeramente lo que ocurrirá en el
cielo, y luego lo que ocurrirá sobre la tierra.
Resurrección
Lo que ocurrirá en los cielos comienza con
dos hechos fugaces y casi simultáneos: la resurrección y el arrebatamiento. La
resurrección y el arrebatamiento son hechos extraordinarios por su naturaleza y
celeridad.
El primero de ellos, es la resurrección de
los que durmieron en Cristo, es decir, de los que, siendo hijos de Dios,
murieron con la esperanza de su regreso. De todos los lugares de la tierra
donde cayeron sus cuerpos, se levantarán cuerpos resucitados, celestiales,
resplandecientes. Sus almas, que han esperado por años el día de la
resurrección, se volverán a unir a estos cuerpos inmortales, y se elevarán
sobre la tierra.
De todas las épocas y razas, de todos los
confines del planeta se levantarán los resucitados, perfectamente sincronizados
por un mismo poder, y con un mismo gozo: el de encontrarse con su Señor en el
aire. Estos serán una vasta y homogénea multitud de santos que ya habrán
completado la espera y vencido la muerte.
¡Qué espectáculo maravilloso será ése!
Arrebatamiento
Poco después de esto, casi simultáneamente,
ocurrirá lo que se conoce con el nombre de arrebatamiento.
Como su nombre lo indica, será un suceso
muy rápido, en que el Señor Jesucristo levantará de la tierra a los creyentes
vivos que le esperan.
No será con advertencia, sino a la
semejanza de un ladrón en la noche. “Entonces
estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres
estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra dejada” (Mateo
24:40-41).
Esto ocurrirá un día cualquiera, un día en
que la vida sobre la tierra esté transcurriendo normalmente. No habrá voces, ni
luces, ni ninguna señal que lo haga visible para la humanidad.
Aunque habrá “voz de mando, voz de arcángel y trompeta de Dios” (1 Tesalonicenses
4:16), sólo serán audibles para los que sean arrebatados. Será literalmente
como el gran robo de un gran ladrón.
Al momento de ser levantados, los hijos de
Dios serán transformados. Esto significa que sus cuerpos de carne, corruptibles
serán transformados en cuerpos incorruptibles, tal como el que tiene el Señor
Jesús desde su resurrección. Esto será un Milagro Gigantesco que alcanzará a millones
de personas sobre el planeta.
Enoc
Este arrebatamiento será similar al que
ocurrió con Enoc, séptimo desde Adán, quien “fue arrebatado para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso
Dios” (Hebreos 11:5).
Enoc es un precioso tipo de los que serán
arrebatados al fin de esta dispensación (aunque él no fue transformado).
La Biblia dice, escueta pero
significativamente: “Caminó Enoc con
Dios, y desapareció, porque le llevó Dios” (Génesis 5:24).
Enoc fue arrebatado primero, como figura de los que habrán de ser arrebatados después.
De Enoc se dice también que, antes de ser
traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios. Así también, los que
serán arrebatados esta vez sabrán anticipadamente que están agradando a Dios.
¿Cuántos cristianos hay en el mundo -y tal
vez usted sea uno de ellos- que, conociendo la verdad, viven como si no la
conocieran; que creyendo en Jesucristo, le niegan con sus hechos; que, creyendo
en su segunda venida, no le esperan con gozo, sino desean en el fondo de su
corazón que demore su retorno, o que no venga?
Los tales -Dios permita que no esté usted
entre ellos- no se irán con el Señor cuando Él venga. ¿Cómo podría Él llevarse
a los que no quieren partir?
Enoc es un nombre que tiene que ser
conocido hoy. Su figura, su fe y su arrebatamiento nos enseña cómo será el
arrebatamiento que viene, y qué condiciones han de cumplir los que van a ser
arrebatados.
La
cosecha
El grandioso hecho divino del arrebatamiento
es también comparado en la Biblia con una cosecha.
Cuando un hombre cosecha su campo, recoge
el trigo en su granero, y la cizaña, con la paja, las quema (Mateo 13:30;
3:12).
¿Quiénes sobre la tierra son trigo, y
quiénes son cizaña?
Nosotros estamos ciertos que el sembrador
no recoge la cizaña en su granero, sino sólo el trigo. Pues bien, el Señor
Jesucristo es el sembrador que sembró buena semilla en su campo, y que al
tiempo de la siega, envía a sus segadores a segar su trigo (Apocalipsis
14:14-16).
Y el Señor dijo que Él mismo es el primer
grano de trigo: “De cierto, de cierto os
digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si
muere, lleva mucho fruto” (Juan 12:24).
Y aquellos que reciben su vida, vienen a
ser ese “mucho fruto”, como
consecuencia de su muerte.
El trigo de Dios son los creyentes en
Jesucristo, diseminados por todo el mundo, que han recibido la vida del Grano
primero.
No es toda la humanidad, porque, aunque
Cristo murió por todos, su vida no es impartida a los hombres que no creen en
Él. Y de los que son trigo, no todos son cosechados por el Señor, sino sólo
aquellos granos que están maduros.
La espiga de trigo que ha madurado, ha
inclinado su cerviz, como indicando que está preparada para la siega. Así
también, el trigo segado será aquél que ha inclinado su cerviz ante el señorío
de Jesucristo, en una vida de consagración y de renuncia al mundo.
De manera que el arrebatamiento tiene la
semejanza de un robo (por lo inesperado), y de una cosecha de trigo (por la
calidad de los arrebatados).
Destino:
el cielo
Luego, en las nubes, ellos se unirán a los
que habían resucitado un poco antes, para recibir al Señor en el aire, y así
estarán siempre con el Señor (1ª Tesalonicenses 4:17).
Estos dos acontecimientos extraordinarios
ocurrirán en período tan breve, que la Biblia lo compara con “un abrir y cerrar de ojos”.
¿Puede imaginarse usted el gozo de quienes
sean levantados, sea de la tumba, incorruptibles, sea de la tierra, transformados?
¿Puede imaginarse el gozo de quienes amaron
al Señor Jesucristo toda su vida (sin haberle visto jamás), al verle ahora, más
hermoso y grande, como jamás se lo imaginaron?
¿Puede usted imaginar cuánta dicha habrá
reservada para aquellos que, en vida sobre la tierra, sufrieron vituperios,
menosprecios, perdieron sus bienes, y aun sus vidas por causa del Señor?
¿Puede imaginarse usted la gloria que será
para los creyentes sentirse habitando un cuerpo como el del Señor, libres de
penas, de enfermedades y de toda limitación terrena?
¡Oh, creo que usted podrá imaginar, aunque
sea muy pálidamente, lo que esto significará para aquéllos!
¿Pero -y esto es lo que en definitiva
importa- estará usted entre ellos?
El
Tribunal de Cristo y las Bodas del Cordero
Luego, en los cielos ocurren dos hechos muy
importantes con los que fueron resucitados y arrebatados.
Primeramente, ellos comparecen ante el
tribunal de Cristo para ser juzgados por sus obras (2 Corintios 5:10), y para
recibir, conforme a ellas, la sanción o la recompensa que les corresponde.
Esta sanción no será la condenación (pues
son salvos eternamente), sino la pérdida de sus obras; en tanto, la recompensa,
que será proporcional al fruto obtenido de los talentos, está relacionada
estrechamente con el lugar que cada uno ocupará en el Milenio que viene a
continuación.
En segundo lugar, tienen lugar las bodas
del Cordero, en que la iglesia, vestida de lino fino, limpio y resplandeciente,
provoca la admiración, y las alabanzas de todos los seres celestiales.
Se celebra la cena de las bodas con toda la
magnificencia que corresponde a tal acontecimiento.
La iglesia, que sufrió aquí las
tribulaciones de Cristo, compartirá con Él allí los gozos y honores.
El Tribunal de Cristo dejará a los
creyentes libres de todo reproche, y ahora podrán disfrutar de la cena de las
bodas del Cordero.
¿Quién podría imaginar tal acontecimiento?
Poco podemos, con nuestra limitada
imaginación, vislumbrar siquiera lo que será aquello, pero lo que sí sabemos es
que cuantas fiestas de bodas se han celebrado sobre la tierra en toda la
historia del hombre, son apenas un remedo pálido y grotesco -y algo tan pueril
como una dramatización escolar- comparadas con la galanura y elegancia, con la
nobleza y el boato de aquella magnífica celebración.
¿Quieres
estar tú allí?
Recibe al Señor Jesucristo como tu Salvador
personal hoy, para que seas perdonado de todos tus pecados y recibas la promesa
de tu redención. Y después Sigue a Cristo hasta el fin.
He aquí la oración de fe para que le
recibas hoy a Él en tu corazón, y seas salvo (Romanos 10: 8-9)
¡Pronúnciala
ahora!
Altísimo
Padre Santo.
Reconozco que soy un pecador y que te he
ofendido. Me arrepiento de todos mis pecados. Te entrego hoy mi corazón. Entra
en él y cambia mi vida. Le abro la puerta a Jesucristo, tu Hijo amado, que
murió y resucitó de los muertos.
Límpiame y lávame con la Sangre preciosa
que Jesucristo derramó por mí en la cruz. Cámbiame y hazme la persona que Tú
quieres que sea. Gracias por escribir mi nombre en el libro de la Vida, y
gracias por regalarme la vida eterna.
En el nombre de tu Hijo amado Jesucristo.
Amén.
Aguasvivas.cl
Ya le recibí, qué bendicion.
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