Así
que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.
(Juan 8:36).
(Juan 8:36).
Mediante este texto de las Escrituras, el
Señor nos da la siguiente expresión: Cuanto mayor pérdida suframos por amor al
Señor, mayor es nuestra libertad.
Porque cuanto más retenemos aquello que nos
pertenece –lo que pertenece a nuestra carne, a nuestra alma– mayor es la
esclavitud.
Pero en el conocimiento de Cristo Jesús como
nuestra vida, Él nos enseña a renunciar a todo cuanto poseemos, incluso nuestra
propia vida.
Amados: Cuando recibimos esta Palabra de
renuncia, al principio el fardo se vuelve inmenso.
Porque todos nosotros estamos sujetos a
muchas cosas, estamos ligados afectivamente a muchas personas, principalmente a
familiares y amigos que tenemos en el mundo.
Sin embargo, es en esa pérdida que consiste
nuestra total libertad.
Retener, preservar o cuidar de lo que es
nuestro nos lleva a servidumbre, pero despojarnos de ellas nos lleva a una
total libertad. ¡Aleluya!
“Si
alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y
hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.
Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. Así,
pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser
mi discípulo” (Lucas 14:26-27, 33).
No hay pérdida mayor que la muerte, y es
ése el sentido de cargar la cruz como el Señor Jesús nos enseña.
Cuando nos negamos a nosotros mismos,
llevamos nuestra cruz y lo seguimos, llevamos la muerte sobre nosotros, sobre
nuestras cosas, sobre nuestros afectos, sobre todo y sobre todos… y de allí
pasamos a gozar de la libertad que hay en Cristo Jesús.
El amor no busca sus propios intereses (1
Cor. 13:5), y cuando Jesús nos dice que es para renunciar a todo cuanto
tenemos, y aun hasta nuestra propia vida, él no está buscando su interés, sino
el nuestro.
Él nos está amando y conduciendo a la
verdadera libertad, despojados de todo cuidado, ansiedad o preocupación,
despojados de todo lo que nos esclaviza.
Porque el conocimiento de Cristo nuestro
Señor es la verdadera libertad:
“Y
conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres…” (Juan 8:32).
Conozcamos ese amor y esa libertad.
Entonces, la pérdida de aquello que es
temporal se tornará en ganancia de aquello que es eterno.
Aguasvivas.cl
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