En Romanos 7, Pablo
muestra la incapacidad del hombre para agradar a Dios. “Porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago
el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago” (18-19).
Cuando el apóstol se mira
a sí mismo halla sólo un débil deseo de hacer el bien, pero una fuerte
impotencia de no poder hacerlo.
Y notemos que el problema
está en el hacer.
El querer no se traduce en
hacer.
He aquí un hombre que está
bajo la ley. Él ha sido enseñado que debe “hacer” cosas para agradar a Dios.
Toda su atención está en
su capacidad para hacer ciertas cosas, y no hacer otras.
Este es el camino del
fracaso, pues la ley es débil por la carne (Rom. 8:3).
Pero más adelante, el
mismo apóstol Pablo nos mostrará el camino por el Espíritu Santo.
La clave no está en
intentar hacer cosas, sino en creer y en confesar.
No se trata de cosas para
hacer, sino de recibir y declarar un mensaje, un anuncio de Dios. Esto es: “Que si confesares con tu boca que Jesús es
el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás
salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se
confiesa para salvación” (Rom. 10:9-10).
Y este justamente es el
anuncio del Evangelio. Tan sencillo, pero tan concluyente y definitivo.
Pablo, con tristeza dice:
“Mas no todos obedecieron al evangelio”,
y cita a Isaías: “Señor, ¿quién ha creído
a nuestro anuncio?”. “Pero ¿no lo han oído?”, se vuelve a preguntar Pablo...
y se responde, citando otra vez al profeta: “Antes bien, por toda la tierra ha salido la voz de ellos, y hasta los
fines de la tierra sus palabras”.
El problema no está en que
no se haya predicado el evangelio, sino en que no ha sido creído.
La palabra de Dios ha sido
menospreciada, y los hombres prefieren seguir su propio camino de obras.
Este anuncio (el evangelio),
y el objeto de este anuncio (Cristo Jesús) es una formidable piedra de tropiezo
para los judíos y judaizantes.
Por eso dice Pablo a los
corintios: “Pues ya que en la sabiduría
de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar
a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden
señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo
crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles
locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y
sabiduría de Dios” (1:21-24).
¿Es este el camino que
hemos escogido nosotros?
¿Estamos amando la palabra
de Dios, y la locura de la predicación?
¿O nos hemos sentido
desanimados a causa de la mucha palabrería y los muchos palabreros?
Amados: El mensaje de Dios
no ha perdido valor ni vigencia.
No hay una sola vía
alternativa para la predicación, la fe y la justicia de Dios… Dios ha escogido
este camino, que es una locura para la inteligencia del hombre, y una cosa
menospreciable para quienes quieren ganarse el cielo con sus obras.
Y esto ciertamente humilla
la vanidad humana… pero glorifica al Dios de la gracia.
¡Dios te bendiga!
Aguasvivas.cl
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