"Porque he tomado de los sacrificios de paz de los hijos de Israel el
pecho que se mece y la espaldilla elevada en ofrenda, y lo he dado a Aarón el
sacerdote y a sus hijos, como estatuto perpetuo para los hijos de Israel"
(Lev. 7:34).
Los diferentes tipos
de sacrificios –cruentos e incruentos– que encontramos en el sacerdocio del
Antiguo Pacto, representan la perfección del Señor Jesucristo: su perfecta
divinidad, su perfecta humanidad, su perfecto amor, su perfecta comunión con el
Padre.
Todos esos sacrificios son,
igualmente, figura de nuestra comunión con Dios.
En los sacrificios u
ofrendas de paz había una porción reservada a los sacerdotes –que son los
creyentes de hoy–.
En el sacrificio de
holocausto, el animal ofrecido era quemado enteramente, tal como el Señor Jesús
se ofreció por entero al Padre. En este sacrificio, el sacerdote no tenía
parte.
Sin embargo, en el
sacrificio de paz, era apartada una porción para el sustento de los sacerdotes.
Así también nosotros,
habiendo sido hecha ya la propiciación por nuestros pecados, mediante el
sacrificio de Cristo en la cruz, podemos disfrutar de la ofrenda de paz –
Cristo mismo. "Porque él es nuestra
paz ... porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un
mismo Espíritu al Padre" (Efe. 2:14, 18).
La Biblia dice que la
porción dada a los sacerdotes era el pecho y la espaldilla del animal
sacrificado.
El pecho nos habla del amor de Cristo, de su consolación en nuestras pruebas y aflicciones. La espaldilla nos habla de la fortaleza del Señor, que nos sostiene en nuestras debilidades.
Por Su Sangre derramada en
la cruz, fuimos limpios de nuestros pecados y reconciliados con el Padre.
Ahora, Cristo es nuestra
porción, nuestra ofrenda de paz.
Podemos disfrutar
plenamente de Él, y en Él, tener comunión con el Padre.
Esta perfecta comunión
sólo es posible si andamos en luz (1 Juan 1:7).
"Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1:9).
El pecado nos aparta de la
comunión, nubla nuestra vista de la presencia de Dios.
Aunque él nos sigue
mirando, nuestros ojos están velados para verle. Pero si confesamos, hay
perdón. La confesión implica juicio. Recién entonces es recuperada la comunión
con el Señor.
"Con tortas de pan leudo presentará su ofrenda en el sacrificio de
acciones de gracias de paz" (Lev. 7:13).
Las tortas de pan leudo
representan nuestra naturaleza pecaminosa, aún presente.
¡Cuán grande es la
misericordia del Señor, que a pesar de esta condición, acepta nuestra ofrenda de
paz!
"Pero la persona que comiere la carne del sacrificio de paz, el cual es
de Jehová, estando inmunda, aquella persona será cortada de entre su pueblo"
(Lev. 7:20).
La palabra de Dios nos
advierte que, si hay pecados sin confesar, no habrá comunión.
Si andamos en luz, podemos
tomar la provisión de Dios.
El pecho y la espaldilla
–Cristo, nuestra ofrenda de paz, su amor y su fortaleza– están a nuestra
disposición, y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo
Jesucristo.
¡Bendiciones para todos!
Aguasvivas.cl
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