Viendo
esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que
descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma? Entonces volviéndose
él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois.
(Lucas 9: 54-55)
La figura y el genio
de los apóstoles Juan y Jacobo queda muy en evidencia en este pasaje de Lucas
9.
La Biblia dice que los
samaritanos no quieren recibir al Señor Jesús. Entonces ellos sugieren hacer lo
mismo que hizo Elías con los enviados del rey Ocozías, es decir, hacer llover
fuego del cielo para consumirlos.
Estos dos discípulos, como
buenos judíos, conocían muy bien la historia nacional, y en ella ocupaba un
importante lugar el profeta Elías. El mismo que había hecho llover fuego sobre
los sacrificios en aquella memorable tarde ante los profetas de Baal.
Juan y Jacobo debían sentirse
impresionados por las antiguas hazañas de Elías, y ahora ellos quieren realizar
su sueño de emularlas. ¿Y quién mejor que su Maestro para hacerlo?
Amados: esto no es de
sorprender en Juan y Jacobo.
El Señor mismo,
conociéndolos mejor que nadie, los había bautizado como "Boanerges", los hijos del trueno.
Ellos poseían el carácter
iracundo y vehemente de Elías; y ahora consideraban una ofensa imperdonable que
los samaritanos hubiesen desairado así al Maestro.
Pero los dos discípulos no
entienden aún el momento que su Maestro está viviendo.
Un poco más arriba, en
el (V, 51) la Biblia dice: "Cuando
se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro
para ir a Jerusalén".
¿Qué interés podía tener
el Señor Jesús de vindicarse a sí mismo si su corazón iba dispuesto para ir a
la muerte, y muerte de cruz?
Por eso el Señor usa con
ellos un lenguaje muy diferente, el lenguaje del amor.
Algún tiempo atrás,
aliados con su madre, Juan y Jacobo se habían acercado al Señor para obtener un
futuro privilegio en su reino, y aquel día el Señor les había hablado el
lenguaje de la humildad.
Porque todos los 'hijos del trueno' necesitan oír esta
clase de palabras.
Cuando estos hermanos
pretenden imitar a Elías no tienen en cuenta la lección que Dios le dio al
profeta en la cueva de Horeb.
Porque dice la Palabra que
la presencia de Dios no se manifestó ni en el viento, ni en el terremoto, ni en
el fuego, sino en el silbo suave y apacible.
Ahora es preciso que ellos
sean transformados de hijos del trueno, en silbos suaves y apacibles.
Cuando vemos a Juan
recostado sobre el pecho del Señor en la última cena, y luego, cuando leemos
los escritos del Juan anciano –en especial sus epístolas–, vemos el comienzo y
la consumación, respectivamente, de este logro en cuanto al amor.
Por otro lado, cuando
leemos en el libro de Hechos la temprana y heroica muerte de Jacobo,
comprobamos que él pudo renunciar a aquellos pretendidos privilegios de
grandeza para beber de la copa de su Señor, muriendo como un mártir.
Así también nosotros, amados
hermanos: cómo necesitamos oír el lenguaje del amor y el de la humildad, y hacernos
parte de ello, es decir, encarnarlos.
Esto es necesario para que
se cumpla en nosotros la bienaventuranza de Juan y Jacobo, estos dos truenos
transformados en silbos suaves y apacibles.
Un poco hoy, otro poco
mañana, el Espíritu Santo de Dios nos va tocando, derribando, quebrantando
hasta lograr su precioso objetivo.
Y seguro que lo logrará también
con nosotros, como lo hizo con ellos.
Porque, ¿qué diremos a
esto?
¡No hay imposibles para
Dios!
Dios les bendiga.
Aguasvivas.cl
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