¿Ha conocido usted a personas moralmente intachables?
Son personas que gozan de
un gran prestigio.
Pero si usted los observa
atentamente, percibe en ellos más de algún atisbo de justicia propia.
Ellos difícilmente podrían
comprenderle, porque nunca han fracasado. Son “casi” perfectos, o se creen “casi
perfectos”.
Y usted, a esas personas, puede encontrarlas
en cualquier lugar.
Si son cristianos, ellos
parecen personificar perfectamente las altas demandas de la perfecta ley de Dios.
Y si no lo son, pueden
lucir su figura igualmente impecable. ¡Ellos se sienten ser personas muy buenas y especiales!
Pues bien. Esta rara
especie humana tiene también en la Biblia un fiel exponente. Su nombre es Job.
Si era un hombre justo,
¿por qué tuvo que sufrir así?
¿Fue Dios demasiado severo
con él?
En el primer capítulo del
libro de Job se nos presenta al Job piadoso. Él ofrecía sacrificios continuos a
Dios por los pecados de sus hijos, pero no por los propios. Pero, ¿no pecaba él?.
Un alma conocedora de su
fragilidad ante Dios habría velado también por su propia condición frente al
Dios Santísimo.
Job escondía en los fueros
más íntimos de su corazón una justicia propia que tenía que aflorar y ser
juzgada.
Si leemos el capítulo 29
comprobaremos que el corazón de Job no había arribado a un conocimiento
espiritual de sí mismo.
Job no había exclamado
jamás como exclamó Pablo con toda honestidad de corazón: “!!Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? "
(Rom. 7:24).
¡Job no había sido
examinado profundamente por la luz de Dios!
En este capítulo, Job se
menciona a sí mismo más de 40 veces, en tanto que sus pensamientos apenas se
dirigen a Dios cinco veces. Su propia persona es el punto central de todo su razonamiento, y eso es
el 'yo'.
Así pues, era preciso que
el justo Job fuera probado, que su confianza en sí mismo y su orgullo fueran
arrancados de cuajo.
Dios no hubiera permitido
el sufrimiento de Job si no hubiera considerado, a la postre, que era
absolutamente necesario para él.
Y así es también con todo
hijo de Dios.
Las pruebas no exceden la
permisión de Dios y se reducen siempre a lo que el cristiano necesita para su
bien (no más), y que también puede soportar.
Hay razones más que
suficientes para confiar en que la Mano del Señor no será más pesada de lo
necesario, aunque sin duda puede ser todo lo pesada que nosotros necesitemos.
Finalmente, sabemos que
Dios mismo trató directamente con Job (caps. 38-41).
Entonces Job expresa los
suspiros de un corazón verdaderamente arrepentido (vv, 42:3b-5).
¡Qué vuelco se ha
producido en su corazón!
Reconocer que se es vil, y
sentir un profundo aborrecimiento de sí mismo, sólo puede ocurrir luego de
haber tenido una visión de la gloria de Dios.
Ahora tenemos "el fin
del Señor". (Santiago 5:11) He aquí,
tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de
Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y
compasivo.
En Job hay lágrimas de
arrepentimiento, hay el grato olor de los holocaustos; en Job está el abrazo y
la restauración. Ahora Job conoce verdaderamente a Dios y se conoce a sí mismo.
Todo ha sido hecho nuevo para él.
La prueba para Job ha terminado.
El fruto amargo de su justicia propia ya no se saborea.
¡Dios es bueno, y fiel, y
sabio en extremo!
¡Todo lo que Él hace, o
permite que ocurra a sus amados siervos, está bien!
¡Perfectamente bien!
¡Bendiciones para todos!
Aguasvivas.cl
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