"No
me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto
para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca..."
(Juan 15:16).
Estas palabras del
Señor Jesús están insertas en su discurso de la Vid verdadera.
La alegoría que Él hace es
hermosa, didáctica, y la enseñanza espiritual acerca de la unión indestructible
entre Cristo y los suyos fluye sencilla y fácil de comprender.
El Señor Jesús es la Vid y
nosotros los pámpanos. El Padre nos ha puesto en la Vid verdadera para que
llevemos fruto, mucho fruto.
Sin embargo, no son los
hermosos racimos de uvas el fruto más preciado de un pámpano, sino el vino.
Por eso, en las Escrituras
no se concibe una viña sin lagar. Así es, por ejemplo, en Isaías 5:2, cuando el
Señor compara a Israel con una viña.
Cuando el Señor dice en
esta alegoría de Juan 15: "Vuestro
fruto permanezca", probablemente no se refiera a la uva –que es
pasajera, poco durable– sino al vino, porque el vino, cuanto más añejo, es
mejor.
El pámpano es podado
anualmente, lo cual le permitirá dar más y mejor fruto el próximo año –mejores
y más uvas, para un mejor vino-.
Cuando es podado, él
sufre, y literalmente, llora. Se quitan de los pámpanos las ramas inservibles,
y se permite así que la Vid concentre sus energías en aquello que da fruto, y
el sol hace mejor su trabajo en la maduración.
Cuando el Señor dijo esta
alegoría él debió de estar pensando también en el lagar –aunque no lo menciona-.
El lagar es el lugar donde las uvas mueren, y se convierten en el producto
final que el labrador desea. El labrador disfruta el día en que su viña está
pasando por el lagar, pues de allí saldrá la mayor riqueza que ella le puede
dar.
Sin embargo, los pámpanos
han quedado desnudos, y su fruto ha debido pasar por la muerte. Así también es
en la vida cristiana. Sólo lo que sale de la muerte es producto de la
resurrección.
El bello racimo de uvas no
conoce la muerte, por eso su valor es limitado. Puede ofrecer grato aspecto, y
ser dulce al paladar, pero ese no es el fin esperado por el Labrador. Lo que
alegra verdaderamente el corazón es lo que sale del lagar. El lagar es lugar de
silencio y de dolor, donde todo lo nuestro desaparece.
El Señor tuvo su propio
lagar: Getsemaní, que significa "prensa de aceite", el lugar donde
las aceitunas son exprimidas para convertirse en aceite. Allí sufrió las
angustias del alma al momento de rendirse a la voluntad de Padre.
Luego vino la cruz, donde
bebió, también en la muerte física, el trago amargo que el Padre le dio a
beber.
El fruto de la vid que
permanece no es la uva, sino el vino. Y el vino nos habla de muerte, y es
anunciador de resurrección.
Amados: No desesperemos
cuando los dolores de la muerte estén atravesándonos el alma.
La aurora de la
resurrección ya se anuncia, y nuestro Padre será glorificado en el fruto que
viene.
Aguasvivas.cl
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