Dios desamparó
a su Hijo para poder ampararnos a nosotros. Dios cerró la puerta a su Hijo para
abrirnos la puerta a nosotros. Dios entregó a la muerte a su Hijo para poder
darnos la vida eterna a nosotros.
PRIMERA PALABRA
Tomaremos el capítulo 53 de Isaías para mostrar la
maravillosa obra de Dios, al permitir que su amado Hijo Jesús muera en lugar
del pecador.
Este capítulo 53 de Isaías es conocido como El evangelio
del Antiguo Testamento. Y no hay profecía más clara y directa acerca del
Mesías, que la que tenemos en el capítulo 53 de Isaías.
En cierta ocasión, un etíope, eunuco, funcionario de
Candace reina de los etíopes, estaba volviendo a su tierra luego de un viaje
que había hecho a Jerusalén.
Mientras viajaba sentado en su carro, aprovechaba el
tiempo para leer al profeta Isaías… y el pasaje que leía era justamente el
capítulo 53 del rollo de Isaías.
En eso, se le acercó Felipe y le hizo una pregunta: Pero, ¿Entiendes lo que lees? El etíope
respondió descorazonado: ¿Y cómo podré si
alguno no me enseñare?
Luego ruega a Felipe que suba al carro y se siente con
él para que le explique este capítulo de Isaías. La gran duda que tenía el
etíope era acerca de quien está hablando el capítulo 53 de Isaías.
Felipe entonces explicó al etíope que el capítulo 53 de
Isaías habla sobre Jesús, el Cristo, el Mesías de Israel.
(Hechos 8:35) dice: Entonces
Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el
evangelio de Jesús.
Queda claro entonces que en Isaías 53 se habla en forma
profética de Jesús, el Mesías o el Cristo.
Antes de proseguir, es necesario mencionar que los
últimos versículos del capítulo 52 de Isaías, los versículos 13 a 15, constituyen
la introducción al capítulo 53 de Isaías. Allí encontramos la presentación del
Siervo de Jehová, los sufrimientos del Siervo de Jehová y la gloria del Siervo
de Jehová.
Vamos a lo primero, la presentación del Siervo de
Jehová.
(Isaías 53:12) dice: He aquí mi siervo será prosperado, será engrandecido y exaltado, y será
puesto muy en alto.
Estas son palabras de Jehová, Dios el Padre. Está
presentando a su Hijo unigénito. Pero note como lo presenta: He aquí mi Siervo.
Jesús es el Siervo de Jehová.
Y note lo que dice (Filipenses 2:7) hablando de Jesús: sino que se despojó a sí mismo, tomando
forma de siervo, hecho semejante a los hombres.
El mismo Jesús hablando sobre sí mismo dijo lo
siguiente, en (Juan 6:38) Porque he
descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me
envió.
Por esto Jesús es el perfecto Siervo de Jehová. Después
que Jesús cumplió al 100% con la voluntad de su Padre, Jesús fue exaltado a lo
sumo.
E Isaías usa cuatro expresiones para establecer este
hecho:
Será prosperado, será engrandecido, será exaltado y
será puesto muy en alto.
Así es amigo o amiga. Como Siervo, Jesús fue humillado
hasta lo sumo, pero después de cumplir con la voluntad de su padre, Jesús fue
exaltado hasta lo sumo.
Porque la exaltación siempre está precedida de la
humillación. No se puede ascender a la cima de la exaltación sin antes
atravesar por el profundo valle de la humillación.
Luego tenemos los sufrimientos del Siervo de Jehová. (Isaías
52:14) dice: Como se asombraron de ti
muchos, de tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura
más que la de los hijos de los hombres.
Es como si Isaías estuviera describiendo lo que sus
ojos contemplaban en la cruz del calvario. El castigo al que fue sometido Jesús,
el Siervo de Jehová fue tan brutal, que la gente se quedaba asombrada, o con la
boca abierta.
Antes de ser clavado en la cruz, Mateo nos informa que los soldados romanos lo desnudaron, le
echaron encima un manto de escarlata y pusieron sobre su cabeza una corona
tejida de espinas y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante
de él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos! Y escupiéndole,
tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza.
Y Marcos nos dice que algunos comenzaron a escupirle, y a cubrirle el rostro y a darle de puñetazos.
Y Lucas dice que los
hombres que custodiaban a Jesús se burlaban de él y le golpeaban; y vendándole
los ojos le golpeaban en el rostro.
Y Juan dice que Pilato tomó a Jesús, y le azotó.
Todo este castigo transformó radicalmente la fisonomía
de Jesús. Su cuerpo hinchado y ensangrentado había casi perdido la forma
humana.
Y En estas condiciones fue llevado al Calvario para ser
clavado a la cruz. Cuánta razón tiene Isaías al decir: Muchos se asombraron de él, pues tenía desfigurado el semblante; ¡nada
de humano tenía su aspecto!
Es difícil contener las lágrimas al pensar en el
sufrimiento del Siervo de Jehová. Pero todo esto ¿Por qué? ¿Por qué?
¿Sabe por qué? Por amor a Usted y a mí, y a todo
pecador.
El Siervo de Jehová recibió lo que Usted y yo merecemos
por nuestro pecado.
Jesús fue castigado para que los pecadores podamos
quedar libres del castigo por nuestro pecado. Son los sufrimientos del Siervo
de Jehová.
Pero también tenemos la gloria del Siervo de Jehová.
(Isaías 52:15) dice: así asombrará él a muchas naciones; los reyes cerrarán ante él la boca,
porque verán lo que nunca les fue contado, y entenderán lo que jamás habían
oído.
Así como la gente se asombró de su sufrimiento, muchas
naciones se asombrarán con la gloria con que vendrá en su segunda venida.
Dice Isaías que los reyes cerrarán ante él la boca.
Esto significa que los reyes y poderosos de este mundo, se taparán con sus
manos las bocas que se les abrirán ante el asombro al ver la majestuosa gloria
de Jesús.
Durante el tiempo que Jesús estuvo en la tierra, fue
despreciado y desechado. (Juan 1:11) declara: A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Pero esta actitud
hacia Jesús no ha cambiado mucho que digamos hoy en día, porque ahora también,
una cantidad enorme de personas desprecia y desecha a Jesús.
Pero llegará el momento cuando estas personas se
asombrarán por lo que nunca antes les fue contado, y entenderán lo que jamás
habían oído. Pero será muy tarde para ellos, porque lo que les espera es la
condenación eterna por haber rehusado a abrir su corazón a Cristo.
(Juan 3:36) dice: El
que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no
verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.
Así que en el capítulo 53 de Isaías se nos habla de la
presentación del Siervo de Jehová, de los sufrimientos del Siervo de Jehová y
de la gloria del Siervo de Jehová.
Lo primero que notamos en esta Escritura es la profecía
sobre la incredulidad de la gente en cuanto a Jesús como el Mesías de Israel. Porque
(Isaías 53:1) dice: Señor, ¿quién ha
creído a nuestro anuncio? ¿Y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová?
Es Dios quien hace estas dos preguntas trascendentales.
Recuerde que Isaías está hablando de Jesús, el Siervo de Jehová, de sus
sufrimientos y su gloria. Todo esto será motivo de mucha desconfianza por parte
de la mayoría de la gente. Dios por eso pregunta: ¿Quién ha creído a nuestro anuncio? Y esta pregunta tiene en mente la
palabra de Dios. Muchos no creerán en la palabra de Dios.
Dios también pregunta: ¿Sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová? Esta pregunta
tiene en mente la obra de Dios. El brazo de Jehová nos habla de Dios en acción,
en este caso, se refiere a la misma persona de Jesús, mediante la cual el
pecador puede ser salvo.
La incredulidad es el peor pecado del hombre. Por la
incredulidad, muchos serán eternamente condenados en el infierno. ¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Quién
ha creído a la palabra de Dios?
Tristemente pocos han creído. ¿Se encuentra Usted entre
estos pocos? ¿Sobre quién se ha
manifestado el brazo de Jehová? ¿Sobre quién se ha hecho una realidad la obra
de Dios en salvación?
Tristemente, por la incredulidad, sobre pocos se ha
hecho una realidad la obra de Dios en salvación, por cuanto han rehusado
recibir a Jesús como su personal Salvador.
La incredulidad sobre la obra de Cristo fue profetizada
siglos antes que el Siervo de Jehová viniese a este mundo. En (Isaías 53:2) se
nos muestra el motivo para la incredulidad en el Siervo de Jehová. Dice así: Subirá cual renuevo delante de él, y como
raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin
atractivo para que le deseemos.
El Señor Jesús creció como un renuevo delante de
Jehová, en medio de un mundo sumido en el pecado. Por eso Isaías dice que es
como raíz de tierra seca. Israel es esa tierra seca de donde brotó el Señor
Jesucristo.
Físicamente, no había en Jesús ningún atractivo, nada
que impresionara los sentidos de la gente. La gente lo mirará, pero no se hará
una buena opinión sobre su presencia física. Todo esto nos habla de la humildad
que rodeó a Jesús durante toda su vida.
Mas Él es el Amado del cielo, el Señor de la creación,
el Sustentador del universo, el Príncipe de paz, pero llegó a ser un bebé, su
cuna fue un pesebre, su compañía la noche, sus amigos unos pastores.
Llegó a ser hombre, pero su escuela fue la soledad, su
hogar los caminos, sus amigos unos pescadores. Llegó a ser sacerdote, y su
altar fue una cruz, su ofrenda fue su propio cuerpo, sus amigos, un discípulo,
y un ladrón moribundo.
Desde un punto de vista estrictamente material, Jesús
no encaja dentro de lo que el mundo espera de una persona importante. Por eso
fue rechazado por la nación de Israel y finalmente fue llevado a la cruz del
calvario.
Pero siempre ha habido unos pocos que ven más allá de
lo meramente externo, de lo meramente material. Para ellos, Jesús es todo.
Pedro se encuentra entre ellos. Cuando tuvo su oportunidad dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios
viviente.
¿Cuál es tu reacción ante Jesús, amigo ,amiga? ¿Le
rechazarás a Él como lo hace la mayoría, que rehúsa que Él sea su Salvador?
Tu respuesta a esta pregunta hará la diferencia entre la
vida y la muerte eternas, entre el cielo y el infierno.
No esperes más. Hoy mismo abre tu corazón y recibe a
Jesús como tu personal Salvador.
SEGUNDA PALABRA
En el día más negro de la historia humana, tres
personas ascendían la pronunciada pendiente del monte calvario.
Sobre esto, (Lucas 23:32-33) dice: Llevaban también con él a otros dos, que eran malhechores, para ser
muertos. Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron
allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Luego que Jesús oró a su Padre pidiendo perdón para los
que le estaban crucificando, Lucas relata el siguiente episodio (Lucas 23:35-43)
Y el pueblo estaba mirando; y aun los
gobernadores se burlaban de él, diciendo: sálvese a sí mismo, si éste es el
Cristo, el escogido de Dios. Los soldados también le escarnecían, acercándose y
presentándole vinagre, y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a
ti mismo. Había también sobre él un título escrito con letras griegas, latinas
y hebreas: ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS. Y uno de los malhechores que estaban
colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.
Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aún temes tú a Dios, estando
en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque
recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a
Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De
cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
En este relato encontramos algunos hechos admirables.
a) Jesús muriendo en medio de dos ladrones.
1. Éste era el cumplimiento de una profecía. (Isaías
53:12) dice: Y fue contado con los
pecadores.
2. Para que los dos ladrones oigan lo que Jesús tenía
que decir y lean el título que Pilato puso sobre Jesús.
b) Un ladrón se arrepintió justo antes de morir.
1. Tuvo temor de Dios en el último aliento.
2. Admitió que su culpa y su pecado merecían un
castigo.
3. Admitió que Jesús era inocente. Admitió que hay vida
después de la muerte.
c) Jesús otorgó la Salvación al ladrón arrepentido: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en
el paraíso.
1. La salvación es por gracia. Estamos en la misma
condenación. Recibimos lo que merecieron nuestros hechos
2. La salvación es segura. De cierto...
3. La salvación es personal. Te digo….
4. La salvación es inmediata. Hoy….
5. La salvación depende de Jesús. Estarás conmigo…
6. La salvación es gloriosa. En el paraíso...
Se dice de un pintor buscaba a alguien que le sirviera
de modelo para pintar un cuadro que representara la escena del hijo pródigo
descrito en el evangelio de Lucas 15.
Al pasar por cierta calle encontró a un mendigo tan
sucio y maloliente, que pensó sería la persona ideal para su propósito. Ambos
se pusieron de acuerdo en el pago que recibiría el mendigo y en el día que
comenzarían el trabajo en el estudio del pintor.
El día acordado el mendigo llegó al estudio del pintor
pero totalmente transformado… Se había bañado, se había cortado el cabello, se
había afeitado y se había puesto ropa decente.
Al verlo así, como es natural, el pintor le desconoció.
-¿No se acuerda que quedamos en que me presentara hoy
en su casa? -Dijo el mendigo.
-No señor… no recuerdo, -dijo el pintor-. Ni aún creo
haberle visto antes.
-Está en un error, -replicó el mendigo-. Me vio antes y
me pidió que me presentara aquí con el objeto de servirle de modelo.
-¡Usted! ¿Es usted el mendigo?
-Sí, señor.
-¿Pero quién habría de reconocerlo así transformado?
-Verá usted. He creído conveniente arreglarme un poco
antes de presentarme.
-¿Si? Pues de este modo ya no me sirve usted para el propósito
que busco. Puede retirarse.
El mendigo no tuvo más remedio que salir, triste por
haber perdido la posibilidad de ganar un poco de dinero.
Y algo así suele suceder con el pecador que se niega a
reconocer su condición espiritual y trata por su propio esfuerzo de estar bien
presentable.
Preséntese tal como está. Así como el ladrón
arrepentido, y Dios le salvará.
TERCERA PALABRA
Si tiene una Biblia a la mano, ábrala en (Juan 19:25-27).
La Biblia dice: Estaban
junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María mujer de
Cleofas, y María Magdalena. Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien
él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después
dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la
recibió en su casa.
¿Qué le parece? En los instantes de más intenso
sufrimiento, todos los discípulos de Jesús, excepto Juan, estaban muy lejos de
la cruz.
En cambio, a cuatro mujeres no les importó el que las
asociasen con alguien que estaba muriendo como un indeseable, como la escoria
de la humanidad, y permanecieron juntas al pie de la cruz donde el Señor
Jesucristo estaba siendo crucificado.
De los personajes de esta escena de la Biblia podemos
sacar enseñanzas útiles para nuestra vida espiritual.
De Jesús, aprendemos que sus palabras jamás fueron
un mero discurso vacío de realidad práctica. Él dice en (Juan 15:13) Nadie tiene mayor amor que este, que uno
ponga su vida por sus amigos.
Para Jesús, la cruz del calvario significó llevar a la
práctica sus enseñanzas. En la cruz del calvario Jesús pudo dar su vida por sus
amigos, por su discípulo amado Juan, por las cuatro mujeres, incluyendo su
propia madre, y aunque no lo dice el texto, también por sus enemigos, porque
Jesús murió por todos los pecadores y todo pecador es enemigo de Dios por
naturaleza.
De María la madre de Jesús aprendemos que en la hora de
más intenso dolor, Jesús se hizo presente para consolarla.
Hasta donde se sabe, María la madre de Jesús
contemplaba en silencio el sufrimiento terrible de su primogénito. El silencio
se explica por el hecho que ella sabía que Jesús debía ofrecerse a sí mismo por
el pecado del mundo. Seguramente María recordaba las palabras del venerable anciano
Simeón cuando, hablando de Jesús, le dijo: He
aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y
para señal que será contradicha (y una espada traspasará tu misma alma), para
que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.
María soportó en silencio, como madre, el dolor de la
espada que traspasaba su alma al ver agonizar a Jesús de esa manera tan
terrible. Pero eso tuvo su recompensa. Porque en el momento de más intenso
dolor, Jesús la miró y con ternura le dijo: Mujer
(que es un título de respeto), he ahí tu
hijo. El Señor se estaba refiriendo a Juan.
Cuando Jesús sufría los dolores de la muerte se dio
tiempo para pensar en el bienestar de su madre. Qué consuelo es saber que
cuando sufrimos el Señor Jesús nos está viendo y está dispuesto para ministrarnos
su consuelo.
De la hermana de María, aprendemos que antes de la
exaltación está la humillación.
Y hay otra mujer junto a la cruz llamada Salomé. Era la
madre de Jacobo y de Juan. Era esposa de Zebedeo. La recordamos como la mujer
que vino con sus dos hijos para pedirle a Jesús que en su reino, hiciese sentar
a sus dos hijos en los lugares de honor, los lugares de exaltación, el uno a la
derecha y el otro a la izquierda del Señor.
La Biblia dice que Jesús les respondió con una
pregunta: ¿Podéis beber del vaso que yo
he de beber y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?
Jesús estaba hablando de su muerte, de su máxima humillación. Y sin pensarlo,
los discípulos dijeron: Podemos.
Y esto se cumplió tal cual, porque Jacobo fue el primer
mártir de entre los apóstoles, y Juan fue perseguido terriblemente hasta el
final de sus días, acabando su vida exiliado de su propia tierra.
Antes de la exaltación es necesario pasar por el valle
de la humillación; ese es un hecho que Salomé jamás olvidaría. Y de María la mujer
de Cleofas podemos aprender que hay un precio que pagar para salvar al pecador.
Esta mujer era madre de Jacobo el menor y José. Al
contemplar en silencio la agonía de Jesús en la cruz tal vez estaba pensando en
lo mucho que tuvo que pagar Jesús para poder salvar al pecador.
De María Magdalena aprendemos que para ser libres del
poder del maligno, Jesús tuvo que entregar su vida. El Nuevo Testamento relata
que Jesús echó de ella siete demonios. Pero no solo ella sino todo pecador está
bajo el poder del maligno. Para ser libres del poder del maligno, Jesús tuvo
que morir en la cruz.
Y de Juan aprendemos la necesidad de amar a otros. Jesús
estaba pronto a morir, pero antes de morir encargó a Juan el cuidado de su
madre María. Dice el texto que le dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y lo que la Biblia dice de Juan habla bien de su
obediencia, pues desde aquella hora el
discípulo la recibió en su casa.
Jesús no está físicamente hoy con nosotros, pero nos ha
encargado manifestar su amor para con los demás. Después de su resurrección, Él
dijo: Como me envió el Padre, así también
yo os envío.
Así que usted y yo representamos a Jesús delante de
otros.
Juan debía amar a María por cuanto en adelante, él
habría de ocupar el lugar de nuestro Señor en la vida de ella. Usted y yo
tenemos que amar a otros de la manera en que el Señor Jesús nos ha amado
primero.
CUARTA PALABRA
Las frases que pronunció Jesús desde la cruz del
Calvario están saturadas de verdades preciosas sobre su carácter como
Dios-Hombre y su obra como Salvador.
Hoy nos toca introducirnos en uno de los dichos de
Jesús, que por su profundidad representa un gran desafío a la razón humana. Se
encuentra en (Mateo 27:45-49).
La Biblia dice: Y
desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama
sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado? Algunos de
los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama este. Y al instante,
corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola
en una caña, le dio a beber. Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías
a librarle.
En este pasaje bíblico encontramos tres acciones
asombrosas. La acción de la naturaleza, la acción del Salvador, y la acción de
algunos que estaban al pie de la cruz. Examinémoslo en detalle.
a) La acción de la naturaleza.
El día judío comienza a las seis de la mañana. Jesús
fue clavado a la cruz a la hora tercera, es decir, a las nueve de la mañana, y
tres horas más tarde, a la hora sexta, es decir justo al medio día, cuando se
suponía que el sol estuviera brillando a su máxima plenitud, sucedió algo
asombroso: El día se tornó tinieblas y así permaneció hasta la hora novena, las
tres de la tarde, cuando Jesús entregó su espíritu.
Por supuesto, se trató de un fenómeno sobrenatural. Y los
fenómenos sobrenaturales no se pueden explicar. Pero las densas tinieblas nos
hacen pensar en al menos dos cosas: En primer lugar, en el pesar manifestado
tácitamente por toda la creación al ver morir a su mismísimo Creador.
Era como si la misma creación estuviera cerrando los
ojos para meditar en lo que estaba ocurriendo. Aquél que creó todo con el poder de Su Palabra,
estaba agonizando en una cruz como si fuera un vulgar criminal. ¿Por qué?
Pues porque cuando entró el pecado en el mundo, la creación
entera quedó a merced del maligno. Y a partir de este instante, la creación ha
estado gimiendo a una, como una mujer con dolores de parto, esperando su
liberación.
La muerte de Cristo era el precio que se debía pagar
para que la creación obtenga su liberación.
(Romanos 8:20-22) dice: Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad,
sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma
será libertada de la esclavitud de la corrupción, a la libertad gloriosa de los
hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con
dolores de parto hasta ahora.
Las tinieblas que rodearon la escena del calvario, a
pleno medio día, nos hacen pensar en esta verdad.
Segundo, las tinieblas nos hacen pensar en el pecado
del mundo que estaba siendo puesto sobre la humanidad de Jesús.
(2 Corintios 5:21) dice: Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado; para que
nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.
Las tinieblas simbolizan el pecado. Jesús tuvo que ser
rodeado de tinieblas de pecado de todo el mundo para que pecadores como yo,
podamos ser rodeados de la maravillosa luz de la justicia.
b) La acción de Jesús.
En medio de la oscuridad absoluta, Jesús clamó a gran
voz diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani?
Elí es la palabra hebrea que significa: Dios mío. Lama sabactani es una frase en idioma Arameo
que significa: ¿Por qué me has
desamparado?
De modo que Jesús estaba diciendo: Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado? Éste es un grito
de mucha angustia y dolor.
El Salmo 22, escrito varios siglos antes de Cristo,
profetiza con exactitud lo que tuvo que sufrir el Cristo, el Mesías de Israel.
Observe lo que dice en el versículo 1: Dios
mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi
salvación, y de las palabras de mi clamor?
Jesús cumplió con esta profecía al exclamar ese grito
de angustia. Pero hay algo mucho más profundo en ello. El grito de angustia de
Jesús revela lo que estaba sucediendo esos momentos entre él y su Padre.
Jesús experimentó un desamparo progresivo de los suyos.
Primero fue Judas Iscariote, después sus discípulos más cercanos, Pedro, Jacobo
y Juan, que se quedaron dormidos. Luego Pedro y Juan le siguieron de lejos
hasta el patio del palacio en donde Pedro le negó; luego todos le abandonaron y
huyeron. Jesús entonces se quedó completamente sólo, totalmente abandonado.
Sabemos que los hombres le abandonaron, claro, pero no
su Padre Celestial. Su Padre Jehová estuvo allí, en medio de su sufrimiento
atroz, pero llegó un momento cuando Jesús fue desamparado incluso por su propio
Padre. Esto tuvo necesariamente que acontecer cuando todo el pecado del mundo
fue puesto sobre Jesús.
¿Se imaginan? El pecado de todas las generaciones
habidas y por haber; el pecado de cada ser viviente, de vivos y de muertos. ¡Eso
es terrible! ¡No tenemos la más mínima idea de la carga que eso significa en el
terreno espiritual!
El Padre es Santo y no puede tolerar el más mínimo
pecado en su presencia. Era inevitable que el Padre diese la espalda a su Hijo
cuando su Hijo se hizo pecado por nosotros en la cruz del calvario.
Por eso Jesús se sintió total y absolutamente
desamparado. Y eso explica su angustioso clamor. Dios desamparó a su Hijo para
poder ampararnos a nosotros. Dios cerró la puerta a su Hijo para abrirnos la
puerta a nosotros. Dios entregó a la muerte a su Hijo para poder darnos la vida
eterna a nosotros.
c) La acción de la gente al pie de la cruz.
Al oír el grito de angustia de Jesús, algunos de los
que estaban allí decían: Este está
llamando a Elías. Ellos pensaban que Jesús estaba llamando al profeta
Elías. Y no faltó un atrevido que al instante, a la carrera, fuera a tomar una
esponja, y la empapara de vinagre, poniéndola en una caña, y dándosela a beber
al Señor.
Mirando esto, los otros insistían en que lo dejaran
para ver si viene el profeta Elías a librarle. ¿Sabes una cosa? Toda esta gente
oyó el clamor del Señor Jesucristo, pero no entendieron en absoluto su
significado, no comprendieron el por qué hacía Jesús todo esto.
Ellos no entendieron lo que Jesús estaba haciendo y el
motivo de su clamor. No entendieron que estaba muriendo precisamente por todos
ellos.
Y hoy en día sucede lo mismo. La mayor parte de la
gente en este mundo está de acuerdo en que Jesús murió en la cruz, pero no
entiende lo que eso significa.
Tal vez usted es uno de ellos. Si es así, usted debe
saber que Jesús fue desamparado de su Padre en la cruz para que el Padre pueda
ampararle a usted.
Y para eso, lo único que necesita hacer es recibir a Jesús
como su personal Salvador. ¿Lo hará hoy y será salvo?
QUINTA PALABRA
Ya hemos dicho que el Señor Jesucristo fue crucificado
a las nueve de la mañana, y durante las primeras tres horas que estuvo en la
cruz había luz. Después hubo oscuridad por otras tres horas. Y en medio de la
densa oscuridad Jesús exclamó: Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
Vemos que las tres últimas frases de Jesús se enfocan
sobre sí mismo.
Primero, sobre su cuerpo: Tengo sed.
Segundo, sobre su alma: Consumado es.
Y tercero, sobre su espíritu: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
Amados, el Señor Jesucristo lo entregó todo por
nosotros: cuerpo, alma y espíritu. Todo para poder salvar al pecador.
(Juan 19: 28 y 29) Después
de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la
Escritura se cumpliese: Tengo sed. Y estaba allí una vasija llena de vinagre;
entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se
la acercaron a la boca.
Estaba por consumarse el drama del Calvario, cuando el
inocente y santo Hijo de Dios iba a morir en lugar del pecador. El texto dice
que Jesús sabía que todo estaba consumado y que en unos instantes más habría de
entregar su espíritu al Padre.
En eso, tal vez sacando fuerza de flaqueza, Jesús
exclamó: Tengo sed.
Y sobre esto podemos pensar en al menos tres motivos de
Jesús para expresarse de esta manera.
El primer motivo fue el cumplimiento de una profecía.
Juan dice que cuando Jesús dijo: Tengo
sed, se estaba cumpliendo la Escritura.
Las palabras que Jesús mencionó movieron a que alguien vaya
a una vasija llena de vinagre, empape una esponja, la ponga en un hisopo y la
acerque a la boca de Jesús, de modo que Jesús beba ese vinagre.
Pero todo esto fue profetizado varios siglos antes de
que sucediera. Note lo que dice Salmo 69, un salmo mesiánico que anuncia de
antemano cosas relativas a la vida y obra del Mesías. Allí, en el versículo 21,
encontramos lo siguiente: Me pusieron
además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre.
De esto podemos aprender que la muerte de Jesús en la
cruz no fue un accidente, o una cruel jugada del destino, sino el cumplimiento
de algo que fue profetizado, porque eso era absolutamente necesario para que
Dios pueda perdonar al pecador.
El segundo motivo fue porque efectivamente Jesús estaba
experimentando sed física. Y esto habla y confirma la completa humanidad de
Jesús.
No olvide que él es 100% hombre y a la vez 100% Dios. Como
hombre, Jesús nació, creció, tuvo hambre, se cansó, lloró y tantas otras cosas
más propias de los hombres.
Y antes de ser colgado de la cruz fue maltratado en
extremo. Fue golpeado, fue azotado, fue escupido, se le puso una corona de
espinas sobre su cabeza, tuvo que llevar a cuestas su propia cruz hasta el
monte Calvario.
Su condición física debe haber estado totalmente
mermada.
Ponga atención a lo que profetizó Isaías en cuanto a la
condición física del Mesías. (Isaías 52:14) Como
se asombraron de ti muchos, de tal manera fue desfigurado de los hombres su
parecer, y su hermosura más que la de los hijos de los hombres.
En estas precarias condiciones, Jesús fue clavado de
pies y manos a la cruz. En la cruz había soportado casi seis horas del más
terrible sufrimiento. El Salmo 22 profetiza como se sentía el Mesías estando en
la cruz. Quisiera que lea sólo una porción. Entre los versículos 14 y 15: He sido derramado como aguas, y todos mis
huesos se descoyuntaron; mi corazón fue como cera, derritiéndose en medio de
mis entrañas. Como un tiesto se secó mi vigor, y mi lengua se pegó a mi
paladar, y me has puesto en el polvo de la muerte.
Estas eran las condiciones físicas de Jesús. No es
extraño por tanto que haya pronunciado esa frase: Tengo sed. Jesús bebió la copa llena de sufrimiento. ¿Por qué? Por
amor, amigo, amiga. Era el precio que él tenía que pagar para que pecadores
como yo podamos ser librados del terrible castigo por el pecado.
Jesús soportó en su cuerpo lo que nosotros los pecadores
merecemos. De esa manera, los que le hemos recibido como nuestro personal
Salvador, ya no tenemos que sufrir en carne propia el castigo por el pecado.
El tercer motivo pareciera ser el más hermoso. Jesús
tenía sed por la agonía física que experimentaba, pero también había una razón
espiritual para ello.
Cuando el Señor Jesús fue hecho pecado, lo cual fue
necesario para hacer la transacción por nuestra salvación, Jesús fue objeto de
la ira de un Dios Santo enojado por el pecado. El juicio de Dios es tan severo
que implica pasar la eternidad en un lugar llamado infierno. Y el infierno es
un lugar que produce sed.
En Lucas 16, el Señor Jesucristo nos cuenta la parábola
de un hombre que murió y se encontró de repente en el Hades, en medio de tormentos
de fuego. Una de las cosas que este hombre quería era que alguien fuese con
algo de agua y tocase la punta de su lengua para calmar su profunda sed.
El infierno es un lugar de eterna sed, donde la gente
sufrirá eternamente de sed y de ninguna manera podrá satisfacerla. Por
contraste, en el cielo, nadie tendrá sed. (Apocalipsis 7:16) dice: Ya no tendrán hambre ni sed.
Qué interesante para los que vamos a estar en el cielo,
que no tengamos sed jamás. Jesús tuvo que experimentar profunda sed en la cruz
del Calvario para proveernos la dulzura del cielo.
Tal vez hoy mismo usted está en profunda sed. No me
refiero a una sed física, sino a una sed espiritual. Sed de significado, sed de
seguridad, sed de esperanza, sed de paz, sed de amor.
Es posible que ha tratado de diversas maneras de saciar
esta sed de su alma, y hasta ahora todo ha fracasado. Pero en este momento
tengo buenas noticias para usted. El Señor Jesús, en la cruz, experimentó sed
en su alma para que personas como usted y como yo no tengamos jamás sed del
alma.
Mire lo que dice Dios en (Apocalipsis 22:17) Y el que tiene sed, venga: y el que quiera,
tome del agua de la vida gratuitamente.
¿Por cuánto tiempo más va a vivir con sed en su alma?
Cuando usted confíe en Jesús como su Salvador, nunca
más tendrá sed. No espere más, puede ser demasiado tarde.
Se dice de Aníbal, que cuando pudo haber tomado Roma,
no quiso, y cuando quiso tomar Roma ya no pudo.
Y algo así suele pasar a menudo con la salvación.
Cuando pueden hallar a Cristo, no lo quieren, y cuando quieren hallar a Cristo ya
no pueden porque vino antes la muerte.
Cuando pueden alcanzar misericordia no la quieren y
cuando quieren alcanzar misericordia, por alguna razón ya no pueden.
Si Dios ha hablado hoy a su corazón sobre la necesidad
de recibir a Cristo como su Salvador, no lo deje para más tarde, porque bien
puede ser demasiado tarde....
SEXTA PALABRA
Si hubiéramos estado presentes en el monte Calvario
cuando Jesús fue crucificado, hubiéramos sido testigos de cosas tan
inexplicables que hubiéramos llegado a la misma conclusión a la que llegó un
centurión romano, que asombrado por lo que oía y veía, dio gloria a Dios
diciendo: Verdaderamente este hombre era
justo.
Y entre las cosas que hubiéramos escuchado, por
ejemplo, está la penúltima frase de Jesús desde la cruz: Consumado es.
Así es como lo registra Juan en su Evangelio, capítulo
19 versículo 30, donde leemos: Cuando
Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la
cabeza, entregó el espíritu.
Antes el Señor Jesús había exclamado: Tengo sed. Estas palabras de Jesús
movieron a los que estaban allí a empapar una esponja en vinagre y poniéndola
en un hisopo, acercarla a la boca de Jesús. Una vez que Jesús tomó el vinagre,
exclamó: Consumado es.
En nuestro idioma, el español, se necesita de dos palabras
para expresar lo que dijo Jesús; pero en el idioma original en que se escribió
el Nuevo Testamento, hace falta una sola palabra. Es el término: Tetélestai.
Examinemos por tanto como se usaba esta expresión en
los tiempos de Jesús.
En primer lugar, se usaba en el mundo del hogar.
Aquellos hogares que tenían posibilidades económicas, podían darse el lujo de
tener esclavos para realizar las tareas domésticas. Cuando el amo pedía hacer
algo a un esclavo y el esclavo cumplía a cabalidad lo que se le había pedido,
miraba directamente a los ojos de su amo, y tal vez con una sonrisa en la cara,
pronunciaba: Tetélestai. Era la
manera de decir: Orden cumplida.
Pues en la cruz del Calvario, Jesús terminó la tarea
que su Padre le había encomendado. Jesús cumplió con la voluntad de su Padre.
Su muerte era indispensable para que el pecador pueda ser salvo. Sabiendo que
en instantes más Jesús entregaría su espíritu al Padre, Él dijo: Tetélestai. Orden cumplida.
En segundo lugar, el término se usaba también en el
mundo del templo.
En el templo ministraban los sacerdotes y una de sus
muchas funciones era examinar y aprobar los animales que se iban a sacrificar
en el altar del sacrificio.
La ley de Moisés establecía los requisitos que debían
cumplir los animales destinados al sacrificio en el templo. No se podía ofrecer
animales con defectos. Cuando un judío traía, digamos, su oveja al templo para
ser sacrificada, la oveja primero tenía que ser examinada por un sacerdote.
Si todo estaba según las especificaciones, el sacerdote
decía: Tetélestai. Es perfecto.
Esto traía mucho gozo a ese judío, porque le permitía
ofrecer la oveja en el altar. Cuando Jesús pronunció la palabra tetélestai desde la cruz del Calvario,
poco antes de morir, el mundo entero pudo saber que lo que se estaba
sacrificando era el sacrificio perfecto.
Cristo Jesús es perfecto en todos sentidos. Solamente
así, el Padre pudo aceptar su sacrificio para otorgar perdón a todo aquel que
crea en su sacrificio.
En tercer lugar, la expresión se usaba por igual en el
mundo del arte. Cuando un pintor daba su última pincelada a su obra de arte,
tal vez daba unos pasos atrás para mirar el cuadro completo, y si no faltaba
nada, sonreía y exclamaba: Tetélestai.
Con esto estaba diciendo: Mi obra está completamente terminada.
Y al darse la última pincelada a la obra de arte de
Dios para hacer posible la salvación del pecador, Jesús pudo también decir: Tetélestai, obra completa, obra terminada.
Padre: He cumplido con todo lo que hacía falta para que el pecador reciba el perdón
de sus pecados. ¡Oh, cuán maravilloso es el Señor Jesucristo!
En cuarto lugar, se usaba en el mundo de los negocios.
Cuando alguien realizaba un préstamo, se ponían por escrito en un pergamino los
detalles del préstamo. Usted sabe, el monto, el interés y la forma de pago.
Cuando el deudor liquidaba la totalidad del préstamo,
se tomaba ese pergamino y se le estampaba un sello. El sello era justamente esa
palabra, tetélestai. En este caso,
significaba deuda cancelada.
La Biblia enseña que en un sentido espiritual, todo
hombre es deudor de Dios. Y su deuda con el Creador es tan grande, que demanda
la muerte del deudor. Pero cuando Jesús murió en la cruz del Calvario, estaba
pagando todo lo que el hombre pecador debe a causa del pecado. Por eso Jesús
pudo decir: Tetélestai. Deuda
cancelada.
De esta manera el pecador que recibe a Cristo como su Salvador,
está libre de pagar la deuda que tiene para con Dios a causa del pecado. Así
que esa sola palabra pronunciada por Jesús, encierra tanto significado. Habla
de una orden cumplida, de una víctima perfecta para el sacrificio, de una obra
de arte terminada, y de una deuda cancelada. Porque Jesús es el Cordero de Dios
que quita el pecado del mundo.
Porque Jesús, con su gloriosa muerte, hizo todo eso.
Cumplió con la voluntad de su Padre, haciéndose
obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Su vida y su carácter son perfectos, por eso su
sacrificio es más que suficiente para satisfacer la justicia de Dios. Su muerte
puso el punto final al poema de Dios para la salvación del hombre pecador, y
todo lo que el hombre pecador debe a Dios fue cancelado en su totalidad con la
muerte de Cristo. Maravilloso, ¿verdad?
Por cuanto todo estaba consumado, Jesús inclinó la
cabeza y entregó su espíritu al Padre.
Según el relato del evangelista Lucas, Jesús, al morir,
elevó una oración a su Padre, y esto constituye la última frase que Jesús dijo
desde la cruz. (Lucas 23:46) dice: Entonces
Jesús, clamando a gran voz dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y
habiendo dicho esto, expiró.
La última frase que Jesús pronunció desde la cruz
prueba que Jesús literalmente murió, no solamente se desmayó como sugieren
algunos.
Los soldados romanos que estaban presentes reconocieron
que Jesús había muerto.
(Juan 19:33-34) dice: Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron
las piernas. Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al
instante salió sangre y agua.
Se había completado todo lo que hace falta para salvar
al pecador. Después de todo esto, Jesús fue sepultado, pero no se quedó en la
tumba.
Al tercer día Jesús resucitó gloriosamente de entre los
muertos, y hoy está a la diestra de su Padre, ofreciendo perdón de pecados a
todo aquel que en Él cree.
¿Vas a creer en Jesús hoy?
Amigo, amiga: Esta es tu oportunidad, no la
desaproveches.
Reciban bendiciones de todo corazón esta Semana Santa.
¡Dios les guarde!
Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario