miércoles, 5 de agosto de 2015

La justicia humana





¿Ha conocido usted a personas moralmente intachables?

Son personas que gozan de un gran prestigio.

Pero si usted los observa atentamente, percibe en ellos más de algún atisbo de justicia propia.

Ellos difícilmente podrían comprenderle, porque nunca han fracasado. Son “casi” perfectos, o se creen “casi perfectos”.

Y usted, a esas personas, puede encontrarlas en cualquier lugar.

Si son cristianos, ellos parecen personificar perfectamente las altas demandas de la perfecta ley de Dios.

Y si no lo son, pueden lucir su figura igualmente impecable. ¡Ellos se sienten ser personas muy buenas y especiales!

Pues bien. Esta rara especie humana tiene también en la Biblia un fiel exponente. Su nombre es Job.

Si era un hombre justo, ¿por qué tuvo que sufrir así?

¿Fue Dios demasiado severo con él?

En el primer capítulo del libro de Job se nos presenta al Job piadoso. Él ofrecía sacrificios continuos a Dios por los pecados de sus hijos, pero no por los propios. Pero, ¿no pecaba él?.

Un alma conocedora de su fragilidad ante Dios habría velado también por su propia condición frente al Dios Santísimo.

Job escondía en los fueros más íntimos de su corazón una justicia propia que tenía que aflorar y ser juzgada.

Si leemos el capítulo 29 comprobaremos que el corazón de Job no había arribado a un conocimiento espiritual de sí mismo.

Job no había exclamado jamás como exclamó Pablo con toda honestidad de corazón: “!!Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? " (Rom. 7:24).

¡Job no había sido examinado profundamente por la luz de Dios!

En este capítulo, Job se menciona a sí mismo más de 40 veces, en tanto que sus pensamientos apenas se dirigen a Dios cinco veces. Su propia persona es el punto central de todo su razonamiento, y eso es el 'yo'.

Así pues, era preciso que el justo Job fuera probado, que su confianza en sí mismo y su orgullo fueran arrancados de cuajo.

Dios no hubiera permitido el sufrimiento de Job si no hubiera considerado, a la postre, que era absolutamente necesario para él.

Y así es también con todo hijo de Dios.

Las pruebas no exceden la permisión de Dios y se reducen siempre a lo que el cristiano necesita para su bien (no más), y que también puede soportar.

Hay razones más que suficientes para confiar en que la Mano del Señor no será más pesada de lo necesario, aunque sin duda puede ser todo lo pesada que nosotros necesitemos.

Finalmente, sabemos que Dios mismo trató directamente con Job (caps. 38-41).

Entonces Job expresa los suspiros de un corazón verdaderamente arrepentido (vv, 42:3b-5).

¡Qué vuelco se ha producido en su corazón!

Reconocer que se es vil, y sentir un profundo aborrecimiento de sí mismo, sólo puede ocurrir luego de haber tenido una visión de la gloria de Dios.

Ahora tenemos "el fin del Señor". (Santiago 5:11) He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo.

En Job hay lágrimas de arrepentimiento, hay el grato olor de los holocaustos; en Job está el abrazo y la restauración. Ahora Job conoce verdaderamente a Dios y se conoce a sí mismo. Todo ha sido hecho nuevo para él.

La prueba para Job ha terminado. El fruto amargo de su justicia propia ya no se saborea.

¡Dios es bueno, y fiel, y sabio en extremo!

¡Todo lo que Él hace, o permite que ocurra a sus amados siervos, está bien!

¡Perfectamente bien!

¡Bendiciones para todos!





Aguasvivas.cl


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