LA
SEGURIDAD DE LA SALVACIÓN
(Juan
1: 12-13) Mas
a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad
de ser hechos hijos de Dios; 13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de
voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
La Biblia enseña que Dios ha hecho el plan
de redención tan claro que cualquiera puede ser salvo. Sin embargo, saber
acerca de Cristo, la cruz y el camino de la salvación es una cosa, y
apropiárselo para uno mismo es otra muy distinta.
Hay miles de personas en el mundo de los negocios, miles de obreros calificados y miles de estudiantes en nuestras universidades que tienen una comprensión intelectual de la fe cristiana, pero nunca han dejado a Cristo entrar en sus vidas.
Usted tiene una necesidad
Me gustaría hablar muy sencillamente acerca
de cómo encontrar a Jesucristo y tener la seguridad de la salvación.
PRIMERO: Reconozca su necesidad. Nunca se encontrará cara a cara con Cristo a menos que sepa que lo necesita. Si se siente autosuficiente, capaz de enfrentar la vida con su propio poder, entonces probablemente nunca lo encuentre. Una lectura de los Evangelios revelará que Jesús no obligaba a las personas que se sentían autosuficientes, justas y confiadas en si mismas a aceptarlo.
Pero no tuvo reparos en abrir los ojos del ciego Bartimeo que clamó: “Jesús, ten compasión de mí”… No dudó en dar el agua de vida a la mujer samaritana que dijo: “Dame de esa agua para que no vuelva a tener sed”... Se puso de inmediato al lado del Pedro que se hundía en el agua, cuando este le dijo: “¡Señor, sálvame!”.
No tenemos ningún caso en el que Cristo se rehusara a ayudar a alguien que vio en Él la respuesta a su necesidad más profunda. Por otra parte, no tenemos registros de que haya obligado a ninguna persona que rechazaba su presencia y su poder a recibirlo. Su promesa es: “Me buscarán y me encontrarán, cuando me busquen de todo corazón” (Jeremías 29:13).
Ahora, Tenemos su promesa
Reconozca su propia pecaminosidad y
necesidad espiritual, y luego podrá haber una respuesta de Cristo. Él no vino a
llamar a los justos, sino a los pecadores, al arrepentimiento.
Antes de poder ser salvo, usted debe darse cuenta de que está perdido.
Antes de poder ser perdonado, usted debe darse cuenta de que ha pecado.
Antes de poder convertirse, usted debe estar convencido de que está en el camino equivocado.
Muchas promesas divinas dependen de una condición humana: “Mas a todos los que le recibieron […], les dio el derecho de ser hijos de Dios” (Juan 1:12). “Si vivimos en la luz, […] la sangre de su Hijo Jesucristo nos limpia de todo pecado. […]. Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad” (1 Juan 1:7, 9).
Tenemos la promesa, si cumplimos con las condiciones de Dios. Debemos recibir a Cristo antes que podamos ser hijos de Dios, y debemos confesar nuestros pecados antes de poder ser perdonados.
La Biblia enseña que “todos han pecado y están privados de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Usted tal vez nunca ha sentido que es un pecador o una pecadora, porque nunca ha cometido un acto abiertamente inmoral.
En tal caso, reciba por fe la enseñanza de la Palabra de Dios de que no ha cumplido con los requisitos de Dios. Estoy seguro de que usted no se considera perfecto. Acepte por fe el hecho de que usted es un pecador.
Isaías, el gran profeta, al ver la pureza y la santidad de Dios, clamó: “¡Ay de mí, que estoy perdido! Soy un hombre de labios impuros y vivo en medio de un pueblo de labios blasfemos” (Isaías 6:5).
Job, al considerar la santidad y la majestad de Dios, dijo: “Me aborrezco” (Job 42:6, RVR60).
Pedro, el gran apóstol, que estaba dispuesto a ser crucificado cabeza abajo por su Salvador, confesó: “Soy un pecador” (Lucas 5:8).
Entonces, Vamos al médico de médicos
Todos somos pecadores a los ojos de Dios.
Debemos reconocer nuestros pecados y estar dispuestos a confesarlos. Cuando
tenemos una necesidad física, vamos al médico.
Cuando reconocemos que tenemos una enfermedad moral y espiritual, debemos ir al Gran Médico, nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Él es el único en el cielo y la tierra que está calificado para tratar con los complejos problemas del corazón humano.
Si las Naciones Unidas se diera cuenta de que el problema básico del mundo es espiritual y moral, sería el primer paso hacia la paz mundial. Sin embargo, está cometiendo el error que han cometido todos los grandes cuerpos deliberativos. Trata con los síntomas más que las causas. ¡La causa de nuestro problema es el pecado!
Este es el mismo error que usted puede estar cometiendo en su propia vida.
Pero El problema básico se encuentra en su propia alma. Usted ha ofendido a Dios con su pecado, y ha encontrado que no tiene fuerzas para vivir la clase de vida que usted sabe que debería vivir.
En el momento que usted reconozca esta necesidad y esté dispuesto a acudir a Cristo por fe, habrá dado el primer paso hacia la salvación y la redención.
SEGUNDO: Esté abierto a entender la cruz. Esto suena como casi imposible, porque aun los mayores teólogos nunca entendieron los misterios de la cruz de Cristo. Esta es una dificultad que parece casi insuperable desde el punto de vista humano. Aun la Biblia dice que el hombre natural no puede comprender las cosas de Dios, así que ¿cómo puede alguien entender la cruz antes de encontrar la seguridad cristiana?
Cuando vemos a Cristo muriendo y derramando su sangre por nuestros pecados, quedamos absortos, asombrados y fascinados. Sentimos una extraña atracción. No podemos siquiera entender nuestros propios sentimientos. No podemos entender un amor tan grande como el suyo.
Ahora, ¿Cómo podemos entender?
Muchos intelectuales han creado teorías con
relación a por qué murió Cristo y cuál fue el significado eterno de su muerte.
Ninguna parece encajar; son inadecuadas. Ninguna nos satisface. Solo cuando
entendemos que Cristo estaba muriendo en el lugar de los pecadores, por el
pecado, encontramos los elementos de la satisfacción. Pero, ¿cómo podemos
entenderlo?
He aquí el milagro. Así como Pedro dijo por una revelación divina: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16), de la misma forma, mediante un milagro, el significado de la cruz le será dado a usted por el Espíritu Santo.
Recuerdo a un joven periodista que oyó el evangelio noche tras noche, pero no pareció hacer ningún impacto sobre él. Sin embargo, un día, cuando uno de sus colegas le preguntó: “¿Qué están predicando allá?”, trató de explicar el evangelio y, al hacerlo, dijo: “Es así… Cristo murió por mí… Cristo murió por mis pecados… y resucitó…”
Y cuando lo dijo, ¡de pronto se dio cuenta de que era verdad! De pronto recibió milagrosamente el pleno significado de esas palabras y en ese momento recibió la seguridad de la salvación.
Cuán vívida, cuán viva se vuelve la cruz cuando Pablo habla de ella: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí” (Gálatas 2:20). Cuando usted vea a Jesús exaltado y levantado, cuando pueda ver al Hijo de Dios, azotado, desfigurado, magullado y muriendo por usted, y pueda decir: “quien me amó y dio su vida por mí”, habrá dado el segundo paso hacia la seguridad cristiana.
TERCERO: Considere el costo. Jesús siempre desalentó el entusiasmo superficial. Instó a las personas a considerar detenidamente el costo de ser un discípulo.
Frecuentemente, cuando grandes multitudes
lo seguían, se dirigía a la gente y les decía: “¿Han considerado el costo? ¿Se dan cuenta de que si alguien quiere
seguirme tendrá que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme?”.
También dijo: “Supongamos que alguno de ustedes quiere construir una torre. ¿Acaso no se sienta primero a calcular el costo, para ver si tiene suficiente dinero para terminarla? […] De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:28, 33).
Entonces, ¿Qué es más difícil?
Muchos se acercan a Cristo sin considerar
el costo primero. El costo incluye arrepentimiento, dejar el pecado y un
reconocimiento continuo y diario de Cristo en su vida. Estos son los requisitos
mínimos del discipulado. La vida cristiana no es para los débiles, los blandos
o los cobardes.
El director de un campamento cuyo propósito es llevar a jóvenes pandilleros a Cristo dice: “Ser cristiano es la cosa más difícil del mundo. ¿Qué es más difícil que amar a tu enemigo?”.
Sí, la vida cristiana es dura y ruda, pero es desafiante. Vale todo lo que cuesta ser un seguidor de Jesucristo. Pronto encontrará que la cruz no es mayor que su gracia. Cuando tome la cruz de la impopularidad, dondequiera que usted se encuentre, verá que la gracia de Dios está ahí, más que suficiente para suplir cada una de sus necesidades.
CUARTO: Dé un paso decisivo. Un día, un estudiante de una fe no cristiana vino a mí y dijo que estaba convencido de que Jesús era el Hijo de Dios, pero no podía confesarlo públicamente. Dijo que en su país, el costo sería demasiado grande socialmente.
Tuve que decirle que la Biblia afirma: “A cualquiera que me reconozca delante de los demás, yo también lo reconoceré delante de mi Padre que está en el cielo. Pero a cualquiera que me desconozca delante de los demás, yo también lo desconoceré delante de mi Padre que está en el cielo” (Mateo 10:32-33).
Lo que hizo fue irse triste, como el joven rico de la Biblia. Había considerado el costo y no pudo pagar el precio del reconocimiento abierto de Jesús como su Salvador.
Pedimos a las personas que hagan una confesión pública de Cristo en nuestras reuniones, porque Cristo exigía un compromiso definido. No existe tal cosa como un discípulo secreto. Cristo tenía razones para exigir que la gente lo siguiera abiertamente. Él sabía que un voto sin testigos no es un verdadero voto.
Dé el paso decisivo
Usted debe saber que hay tres “personitas”
que viven en el fondo de nosotros. Una de esas personitas es el intelecto, otra
es la emoción y la tercera es la voluntad. Usted podrá aceptar intelectualmente
a Cristo. Emocionalmente, puede sentir que puede amarlo. Sin embargo, hasta
tanto se haya entregado a Cristo mediante un acto decisivo de su voluntad,
usted no es cristiano.
¿Ha dado usted este paso decisivo? La Biblia dice: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios” (Juan 1: 12).
QUINTO: Permita que Dios cambie su vida. Cuando acude a Cristo, usted es un bebé espiritual. Al leer el Nuevo Testamento, verá cómo los primeros discípulos, durante los primeros días de seguir a Cristo, tropezaron y frecuentemente fracasaron. Discutían, eran envidiosos, peleoneros, infieles… y a cada rato se enojaban.
No obstante, a medida que se iban vaciando de sí mismos y se llenaban de Cristo, fueron desarrollándose hacia la plena estatura de un cristiano.
La conversión es solo el principio. Una nueva vida comienza en usted en el preciso momento en que recibe a Cristo. El Espíritu Santo ha pasado a residir en usted. Durante el resto de su vida se ocupará de conformarlo a la imagen de su Hijo, el Señor Jesucristo.
Sin embargo, usted será un objetivo de Satanás, el enemigo de Cristo. Cuando usted andaba en el mundo, él no se preocupaba demasiado en molestarlo. Ya lo tenía para sí; usted era su hijo. Pero ahora, desde que usted recibió a Cristo y es un hijo de Dios, el enemigo espiritual usará todas sus técnicas diabólicas para frustrarlo, obstaculizarlo y derrotarlo.
Pero habrá Milagros alrededor de usted
Cuando usted viene a Cristo, su
comportamiento moral sufrirá un reajuste. Encontrará un nuevo deseo de hacer lo
correcto junto con las fuerzas para hacerlo.
Habrá reminiscencias de la vida antigua, y habrá momentos en los cuales tendrá deseos de volver “como la puerca lavada, a revolcarse en el lodo” (2 Pedro 2:22). Pero recuerde a quién pertenece ahora.
Usted ha recibido a Cristo y quiere seguirlo y servirlo. Ahora tiene la naturaleza de Cristo en su interior, y “el que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).
Si usted es fiel en asistir a la iglesia, en la oración, la lectura bíblica y el testimonio, Dios obrará en usted y a través de usted. Usted podrá decir, como Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). Verá que ocurren milagros alrededor de usted al disciplinar su vida según el patrón de un verdadero cristiano.
Ya
para terminar, ¿Está listo para encontrarse con Dios?
¿No le gustaría saber que todo pecado ha
sido perdonado? ¿No le gustaría saber que usted está listo para encontrarse con
Dios, no importa lo que ocurra en esta era nuclear? Aquí, resumiendo, están los
cinco pasos:
PRIMERO: Reconozca su necesidad.
SEGUNDO: Esté abierto a entender la cruz.
TERCERO: Considere el costo.
CUARTO: Dé un paso decisivo de compromiso
con Jesucristo.
QUINTO: Permita que Dios cambie su vida.
Permita que Cristo entre en su corazón. Invítelo ahora mismo. La Biblia dice: “Todo el que invoque el nombre del Señor será salvo” (Romanos 10:13).
HAGAMOS LA ORACIÓN DE FE JUNTOS, AHORA MISMO.
REPITA CONMIGO.
Padre Celestial:
Te pido perdón por todos mis pecados. Recibo a Jesucristo tu Hijo Amado como mi Señor y Salvador. Gracias por perdonarme y regalarme la vida eterna. Amén.
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