jueves, 11 de febrero de 2021

JESÚS VINO A LLAMAR A PECADORES

 


JESÚS VINO A LLAMAR A PECADORES

(Mateo 9: 9-13) Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió.

10 Y aconteció que estando él sentado a la mesa en la casa, he aquí que muchos publicanos y pecadores, que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos.

11 Cuando vieron esto los fariseos, dijeron a los discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?

12 Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.

13 Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento.

 

ORACIÓN: TODA LA GLORIA PARA MI SEÑOR JESUCRISTO.

 

La Biblia dice que grandes multitudes seguían a Jesús (Mt. 8:1), pero Jesús sabe la inutilidad de la mera popularidad.


Este río de favor público pronto se iba a secar. Jesús «no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos» (Mt. 20:28).


Veamos aquí:


I. El llamamiento de la gracia. «Jesús le dijo: Sígueme» (Mt. 9:9).


Si Cristo hubiese estado buscando popularidad entre los hombres, no hubiera llamado como amigo personal a un odiado recaudador de impuestos.


Jesús tiene misericordia de ti, de mí, de todos los pecadores.


Porque la gracia para salvar las almas vino a este mundo por Jesucristo.


Como el agua busca el nivel más bajo, así la gracia de Dios está buscando el alma más necesitada, y Cristo está buscando tu alma.


Cristo salva, no porque somos ricos o justos, sino porque somos pecadores. Todos los hombres tienen libertad para seguirle, pero Él llama a pecadores al arrepentimiento.

 

II. La obediencia de la fe. «Se levantó y le siguió» (Mt. 9:9).


Mateo puede haber sabido y oído mucho acerca de Jesús antes de este momento. Pero ahora su llamamiento llega para una inmediata decisión por Cristo.


Es posible creer mucho en cuanto a Jesús, y sin embargo en el corazón no ser uno con Jesús.


Pero Mateo hizo lo correcto: «Dejándolo todo, se levantó y le siguió.»


Seguir a Jesús es evidencia de fe. El discipulado puede muchas veces significar «dejarlo todo». Así fue con Abraham. Él creyó a Dios y salió de su tierra y su parentela.

 

III. Una prueba de amor. «Le hizo gran banquete» (Luc. 5:29). «Estaba Jesús sentado a la mesa en la casa


Amigos: Festejar y seguir a Cristo tienen un maravilloso efecto que abre el corazón. Es una bendita experiencia: Jesús descansando con nosotros en el hogar del corazón.


«Si alguno abre la puerta, entraré en él y cenaré con él…» (Apo. 3:20).


Echemos todo a los pies de Jesús; esto trae refrigerio a nuestra alma.

 

IV. Un lugar de esperanza. «Muchos que habían venido se sentaron juntamente con Jesús» (Mt. 9:10).


El lugar de esperanza para pecadores es a los pies de Jesús. No hay otro sitio. No hay otro Nombre.


En Jesús hay lugar y bienvenida para todos aquí. En Jesús hay misericordia. Sólo en Jesús hay salvación. Siéntate con Él en esta vida, y te sentarás con Él en la gloria de su resurrección.

 

V. La manifestación del orgullo. «Los fariseos dijeron: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?» (Mt. 9:11).


La pregunta es: ¿Por qué no se lo preguntaron al Maestro mismo?


Los que son justos en su propia opinión nunca van a desear defender su propia causa delante de Dios.


El orgullo ciega los ojos para no ver las grandes profundidades de la gracia divina.


Jesús vino a buscar y a salvar a los perdidos. ¿Eres un buscador o un criticón?

 

VI. La condición de la necesidad. «Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos» (Mr. 2:17).


Los fariseos, como millares de personas de hoy todavía, no se sentían enfermos de pecado, sino que estaban satisfechos de sí mismos.


Los tales no tienen lugar para Jesús. Como los laodicenses, «de ninguna cosa tienen necesidad»; o, si es que quieren a Cristo, lo querrían como un maestro, pero no como un SALVADOR.


La obra de Cristo es un gran remedio que solo puede tener efecto donde hay enfermedad.

 

VII. El propósito de Cristo. «Misericordia quiero, y no sacrificio» (Mt. 9:13).


Jesús tiene misericordia de pecadores enfermos. No quiere el sacrificio de los supuestos «justos» que se bastan a sí mismos.


Jesús toma el lugar del culpable, y en ese instante el pecador tomará parte en Su misericordia.


Todos los que pretenden salvarse por sus propias obras, «id y aprended lo que significa esto».

 

LLAMADO:


Si quieres recibir a Jesús como tu Salvador y Señor, haz esta oración:


Padre Celestial:


Hoy me arrepiento de mis pecados. Perdóname. Hoy recibo en mi corazón a Jesús como mi Salvador y Señor de mi vida. Gracias por regalarme la vida eterna. Amén.

 


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