JESÚS VINO A LLAMAR A PECADORES
(Mateo 9: 9-13) Pasando
Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de
los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió.
10
Y aconteció que estando él sentado a la mesa en la casa, he aquí que muchos
publicanos y pecadores, que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con
Jesús y sus discípulos.
11
Cuando vieron esto los fariseos, dijeron a los discípulos: ¿Por qué come
vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?
12
Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los
enfermos.
13
Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio.
Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento.
ORACIÓN:
TODA LA GLORIA PARA MI SEÑOR JESUCRISTO.
La Biblia dice que grandes multitudes seguían a Jesús
(Mt. 8:1), pero Jesús sabe la inutilidad de la mera popularidad.
Este río de favor público pronto se iba a secar. Jesús
«no vino para ser servido, sino para
servir, y para dar su vida en rescate por muchos» (Mt. 20:28).
Veamos aquí:
I.
El llamamiento de la gracia. «Jesús le dijo: Sígueme» (Mt. 9:9).
Si Cristo hubiese estado buscando popularidad entre los
hombres, no hubiera llamado como amigo personal a un odiado recaudador de
impuestos.
Jesús tiene misericordia de ti, de mí, de todos los
pecadores.
Porque la gracia para salvar las almas vino a este
mundo por Jesucristo.
Como el agua busca el nivel más bajo, así la gracia de
Dios está buscando el alma más necesitada, y Cristo está buscando tu alma.
Cristo salva, no porque somos ricos o justos, sino
porque somos pecadores. Todos los hombres tienen libertad para seguirle, pero
Él llama a pecadores al arrepentimiento.
II.
La obediencia de la fe. «Se
levantó y le siguió» (Mt. 9:9).
Mateo puede haber sabido y oído mucho acerca de Jesús
antes de este momento. Pero ahora su llamamiento llega para una inmediata
decisión por Cristo.
Es posible creer mucho en cuanto a Jesús, y sin embargo
en el corazón no ser uno con Jesús.
Pero Mateo hizo lo correcto: «Dejándolo todo, se levantó y le siguió.»
Seguir a Jesús es evidencia de fe. El discipulado puede
muchas veces significar «dejarlo todo».
Así fue con Abraham. Él creyó a Dios y salió de su tierra y su parentela.
III.
Una prueba de amor. «Le
hizo gran banquete» (Luc. 5:29). «Estaba
Jesús sentado a la mesa en la casa.»
Amigos: Festejar y seguir a Cristo tienen un maravilloso
efecto que abre el corazón. Es una bendita experiencia: Jesús descansando con
nosotros en el hogar del corazón.
«Si alguno abre
la puerta, entraré en él y cenaré con él…» (Apo. 3:20).
Echemos todo a los pies de Jesús;
esto trae refrigerio a nuestra alma.
IV.
Un lugar de esperanza. «Muchos
que habían venido se sentaron juntamente con Jesús» (Mt. 9:10).
El lugar de esperanza para pecadores es a los pies de
Jesús. No hay otro sitio. No hay otro Nombre.
En Jesús hay lugar y bienvenida para todos aquí. En
Jesús hay misericordia. Sólo en Jesús hay salvación. Siéntate con Él en esta
vida, y te sentarás con Él en la gloria de su resurrección.
V.
La manifestación del orgullo. «Los fariseos dijeron: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos
y pecadores?» (Mt. 9:11).
La pregunta es: ¿Por qué no se lo preguntaron al
Maestro mismo?
Los que son justos en su propia opinión nunca van a
desear defender su propia causa delante de Dios.
El orgullo ciega los ojos para no ver las grandes profundidades
de la gracia divina.
Jesús vino a buscar y a salvar a los perdidos. ¿Eres un
buscador o un criticón?
VI.
La condición de la necesidad. «Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos» (Mr.
2:17).
Los fariseos, como millares de personas de hoy todavía,
no se sentían enfermos de pecado, sino que estaban satisfechos de sí mismos.
Los tales no tienen lugar para Jesús. Como los
laodicenses, «de ninguna cosa tienen
necesidad»; o, si es que quieren a Cristo, lo querrían como un maestro, pero
no como un SALVADOR.
La obra de Cristo es un gran remedio que solo puede tener
efecto donde hay enfermedad.
VII.
El propósito de Cristo. «Misericordia
quiero, y no sacrificio» (Mt. 9:13).
Jesús tiene misericordia de pecadores enfermos. No
quiere el sacrificio de los supuestos «justos» que se bastan a sí mismos.
Jesús toma el lugar del culpable, y en ese instante el
pecador tomará parte en Su misericordia.
Todos los que pretenden salvarse por sus propias obras,
«id y aprended lo que significa esto».
LLAMADO:
Si quieres recibir a Jesús como tu Salvador y Señor, haz
esta oración:
Padre Celestial:
Hoy me arrepiento de mis pecados. Perdóname. Hoy recibo
en mi corazón a Jesús como mi Salvador y Señor de mi vida. Gracias por
regalarme la vida eterna. Amén.
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