Mensaje de Navidad
Sí hay un lugar en mi corazón para ti,
Jesús
(Lucas 2: 1-7) Aconteció en
aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el
mundo fuese empadronado. 2 Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador
de Siria. 3 E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. 4 Y José
subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que
se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; 5 para ser
empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta. 6 Y
aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. 7
Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un
pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.
Siempre me he preguntado algo en torno al nacimiento de Jesús: ¿Si José y María estaban haciendo la voluntad de
Dios, por qué no había lugar para ellos en el mesón?
¿Por
qué no hubo un lugar para que Jesús naciera, si era el Rey de Reyes?
¿Por
qué todos se olvidaron del mandamiento de Dios en (Isa. 58:7) ¿No es que partas
tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando
veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?
El
Creador hecho criatura, El Verbo, El Camino, La Verdad y La Vida, que había
nacido como un niño que aún no podía hablar... no encontró un lugar para nacer
en este mundo pecador.
Y
esto tiene un significado tremendo. Primero el significado espiritual al que
apuntaba: No había un lugar para Jesús en el mesón. El único lugar donde sí había
espacio para él era en la cruz.
Hermanos:
Qué difícil es que Jesús nazca dentro de los corazones de los hombres. Esto
significa realmente que a Jesús se le cerrarían las puertas en el mundo en su nacimiento,
en su ministerio, y en Su muerte.
Todos
hemos nacido bajo un techo humilde, pero un techo al fin, y una cama de una
casa, o de hospital.
Pero
Jesús no tuvo donde nacer, Jesús no tuvo una almohadita donde recostar su
cabeza, desde niño. El Rey del Universo, el Creador de todas las cosas
incluyendo los hombres, no se le abrieron las puertas de este mundo.
Todo
el pueblo judío, en las Fiestas de la Pascua, las Fiestas de Pentecostés o las Fiestas
de los Tabernáculos, se reunían en Jerusalén... y cada uno recibía hospitalidad
de los judíos de Jerusalén.
Y
a pesar de las multitudes que llegaban, nadie podía decir que no encontraba en
Jerusalén una casa en la que asar su cordero pascual, ni una cama en la que dormir.
Es cosa asombrosa que el recién nacido Jesús no haya encontrado un lugar en el mesón para nacer, un lugar para quedarse.
La
razón de todo esto la conocemos. Había mucha gente viajando con motivo del
empadronamiento ordenado por el César. Pero también Dios había dicho que a
Jesús lo hallarían recostado en un pesebre, entre animales, y allí le
ofrendarían regalos.
Los líderes religiosos se jactaban de la hospitalidad de los moradores de Jerusalén… pero ni José ni María encontraron ese día un lugar donde desatar sus sandalias, donde lavarse los pies, donde desempacar sus cosas y quedarse. Jesús, el Salvador del mundo, no encontró a nadie dispuesto a recibirle.
Quizás
todos estaban ocupados en otras cosas, o haciendo fila para empadronarse. Y
nadie se dio cuenta de que Jesús, en medio de todas aquellas ocupaciones
mundanas, estaba buscando un lugar donde nacer.
Hoy
podemos decir que en esta Navidad, en estas fiestas, tan ocupadas y llenas de
otros significados, la gente se ha olvidado igualmente de preparar un lugar
para recibir a Jesús.
Las personas se ocupan de la comida, las fiestas, los regalos, los invitados, la ropa que se van a poner, de llegar a tiempo a las tiendas para hacer las compras…
Tantas cosas en que se ocupa la gente, que se vuelven iguales a aquellos moradores de Belén, que no tienen un espacio que dar al Señor Jesucristo. La gente de hoy recrea el mismo ambiente al que vino Jesús a nacer aquél día.
Jesús vino, y nadie le dio un lugar
cuando llegó. Y aún hoy nadie se lo quiere dar. Jesús sigue estando afuera,
porque no hay un lugar disponible para Él.
Pero
amados: Hoy celebramos nosotros el advenimiento del Señor, en su primera venida,
en carne. Y nosotros, que antes no le recibimos también por tantos años, ya le
hemos abierto la puerta de nuestro corazón.
No
les digo que nos despreocupemos de todo lo demás…Pero ocupémonos de lo
primordial. Porque sin Jesús, en realidad, no hay Navidad, no existiría la
Navidad.
Jesús
mismo lo afirma en (Juan 15:5) “…porque separados de mí nada podéis hacer.”
Hermanos,
sin el Señor Jesús, ninguna Navidad tiene sentido. No tiene sentido, de verdad.
De
niños celebrábamos la Navidad sin saber realmente su significado. Y nos hicimos
adultos ignorando la verdad de Dios. Y así continúa hoy mucha gente, como
aquellos griegos que levantaban dioses y los ponían en pedestales en el
Areópago, celebrando lo que no sabían.
(Juan 4:22-24) Ustedes adoran
lo que no saben; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de
los judíos. 23 Pero viene la hora, y ya llegó, cuando los verdaderos adoradores
adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre busca que lo
adoren tales adoradores. 24 Dios es Espíritu; y es necesario que los que lo
adoran, lo adoren en espíritu y en verdad.»
Ningún
acto que no se haga en honor de Jesús, significa algo. Sin Jesús, el autor del
día de Navidad, el autor de la Vida, nada tiene vida. Serán tal vez momentos de
alegría, de compartimiento, de socialización… pero son cosas que no tienen
significado espiritual y por tanto no tienen trascendencia.
Hoy
que celebramos una Navidad más, ya sin la presencia de nuestra mamá Socorro y
de nuestro papá Margarito, pero sí con la Presencia de Nuestro Señor y Salvador
Jesucristo…, pido a Dios que tu corazón siga estando dispuesto para que Jesús
llegue todos los días, y desate sus sandalias y se quede en tu casa.
Hoy
que celebramos esta Navidad del 2021, pedimos al Señor que la vida de todos
nosotros, amada Familia, esté lista para que Jesús abra las maletas llenas de
bendiciones que ha traído para todos, y se quede a morar para siempre con
nosotros, nuestras familias, nuestros hijos, nuestras nueras, nuestros yernos,
nuestros nietos.
La
vida era difícil en el tiempo que vivió José y María, tan dura y difícil como
lo es hoy. Peligros, malhechores, plagas, violencia, inmoralidad… todo eso
había antes, y sigue habiendo hoy, con mayor alcance, claro.
Pero
en aquellos tiempos, como en los de sus antepasados, la religión judía nunca
alcanzó a llenar las necesidades espirituales del corazón de los hombres.
Y
fue justo allí cuando Dios mandó a su Hijo a nacer en el mundo. Y nació en un
pesebre, porque no había lugar para él. Fue justo aquella noche cuando los
ángeles dieron gloria a Dios por millares, aunque los hombres ni por enterados
se dieron.
Y
hoy, todos esos ángeles rinden gloria al Padre y a Jesús, sentados en el Trono
del cielo. Esa es la esperanza a que hemos sido llamados, dice (Efe. 4:4).
Glorifiquemos
al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo por habernos permitido conocer a Jesús en
el tiempo en que lo conocimos… glorifiquemos al Señor como aquellos pastores, por
habernos permitido disfrutar sus grandes bendiciones… por conocer la promesa de
la Vida Eterna y tomarla con fe en Jesús, y guardarla en nuestro corazón.
Glorifiquemos
esta noche y siempre a Jesús, el autor y consumador de la fe. Y bien podemos
decirle esta noche: Sí hay un lugar en
mi corazón para ti, Señor Jesús… sí hay lugar para ti, Mi Señor.
Dios
bendiga a todas las Familias presentes hoy, y los que no pudieron estar,
también. Que Dios les guarde a todos. FELIZ NAVIDAD PARA TODOS!
Vamos
a orar para darle gracias al Señor por Su Palabra.