miércoles, 22 de diciembre de 2021

Sí hay un lugar en mi corazón para ti, Jesús


 

Mensaje de Navidad


Sí hay un lugar en mi corazón para ti, Jesús


(Lucas 2: 1-7) Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. 2 Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria. 3 E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. 4 Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; 5 para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta. 6 Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. 7 Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.

 


Siempre me he preguntado algo en torno al nacimiento de Jesús: ¿Si José y María estaban haciendo la voluntad de Dios, por qué no había lugar para ellos en el mesón?


¿Por qué no hubo un lugar para que Jesús naciera, si era el Rey de Reyes?


¿Por qué todos se olvidaron del mandamiento de Dios en (Isa. 58:7) ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?


El Creador hecho criatura, El Verbo, El Camino, La Verdad y La Vida, que había nacido como un niño que aún no podía hablar... no encontró un lugar para nacer en este mundo pecador.


Y esto tiene un significado tremendo. Primero el significado espiritual al que apuntaba: No había un lugar para Jesús en el mesón. El único lugar donde sí había espacio para él era en la cruz.


Hermanos: Qué difícil es que Jesús nazca dentro de los corazones de los hombres. Esto significa realmente que a Jesús se le cerrarían las puertas en el mundo en su nacimiento, en su ministerio, y en Su muerte.

Todos hemos nacido bajo un techo humilde, pero un techo al fin, y una cama de una casa, o de hospital.


Pero Jesús no tuvo donde nacer, Jesús no tuvo una almohadita donde recostar su cabeza, desde niño. El Rey del Universo, el Creador de todas las cosas incluyendo los hombres, no se le abrieron las puertas de este mundo.


Todo el pueblo judío, en las Fiestas de la Pascua, las Fiestas de Pentecostés o las Fiestas de los Tabernáculos, se reunían en Jerusalén... y cada uno recibía hospitalidad de los judíos de Jerusalén.


Y a pesar de las multitudes que llegaban, nadie podía decir que no encontraba en Jerusalén una casa en la que asar su cordero pascual, ni una cama en la que dormir.


Es cosa asombrosa que el recién nacido Jesús no haya encontrado un lugar en el mesón para nacer, un lugar para quedarse.

 

La razón de todo esto la conocemos. Había mucha gente viajando con motivo del empadronamiento ordenado por el César. Pero también Dios había dicho que a Jesús lo hallarían recostado en un pesebre, entre animales, y allí le ofrendarían regalos.


Los líderes religiosos se jactaban de la hospitalidad de los moradores de Jerusalén… pero ni José ni María encontraron ese día un lugar donde desatar sus sandalias, donde lavarse los pies, donde desempacar sus cosas y quedarse. Jesús, el Salvador del mundo, no encontró a nadie dispuesto a recibirle.

 

Quizás todos estaban ocupados en otras cosas, o haciendo fila para empadronarse. Y nadie se dio cuenta de que Jesús, en medio de todas aquellas ocupaciones mundanas, estaba buscando un lugar donde nacer.


Hoy podemos decir que en esta Navidad, en estas fiestas, tan ocupadas y llenas de otros significados, la gente se ha olvidado igualmente de preparar un lugar para recibir a Jesús.


Las personas se ocupan de la comida, las fiestas, los regalos, los invitados, la ropa que se van a poner, de llegar a tiempo a las tiendas para hacer las compras…


Tantas cosas en que se ocupa la gente, que se vuelven iguales a aquellos moradores de Belén, que no tienen un espacio que dar al Señor Jesucristo. La gente de hoy recrea el mismo ambiente al que vino Jesús a nacer aquél día.


Jesús vino, y nadie le dio un lugar cuando llegó. Y aún hoy nadie se lo quiere dar. Jesús sigue estando afuera, porque no hay un lugar disponible para Él.


Pero amados: Hoy celebramos nosotros el advenimiento del Señor, en su primera venida, en carne. Y nosotros, que antes no le recibimos también por tantos años, ya le hemos abierto la puerta de nuestro corazón.


No les digo que nos despreocupemos de todo lo demás…Pero ocupémonos de lo primordial. Porque sin Jesús, en realidad, no hay Navidad, no existiría la Navidad.


Jesús mismo lo afirma en (Juan 15:5) “…porque separados de mí nada podéis hacer.”


Hermanos, sin el Señor Jesús, ninguna Navidad tiene sentido. No tiene sentido, de verdad.


De niños celebrábamos la Navidad sin saber realmente su significado. Y nos hicimos adultos ignorando la verdad de Dios. Y así continúa hoy mucha gente, como aquellos griegos que levantaban dioses y los ponían en pedestales en el Areópago, celebrando lo que no sabían.


(Juan 4:22-24) Ustedes adoran lo que no saben; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. 23 Pero viene la hora, y ya llegó, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre busca que lo adoren tales adoradores. 24 Dios es Espíritu; y es necesario que los que lo adoran, lo adoren en espíritu y en verdad.»


Ningún acto que no se haga en honor de Jesús, significa algo. Sin Jesús, el autor del día de Navidad, el autor de la Vida, nada tiene vida. Serán tal vez momentos de alegría, de compartimiento, de socialización… pero son cosas que no tienen significado espiritual y por tanto no tienen trascendencia.


Hoy que celebramos una Navidad más, ya sin la presencia de nuestra mamá Socorro y de nuestro papá Margarito, pero sí con la Presencia de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo…, pido a Dios que tu corazón siga estando dispuesto para que Jesús llegue todos los días, y desate sus sandalias y se quede en tu casa.


Hoy que celebramos esta Navidad del 2021, pedimos al Señor que la vida de todos nosotros, amada Familia, esté lista para que Jesús abra las maletas llenas de bendiciones que ha traído para todos, y se quede a morar para siempre con nosotros, nuestras familias, nuestros hijos, nuestras nueras, nuestros yernos, nuestros nietos.


La vida era difícil en el tiempo que vivió José y María, tan dura y difícil como lo es hoy. Peligros, malhechores, plagas, violencia, inmoralidad… todo eso había antes, y sigue habiendo hoy, con mayor alcance, claro.


Pero en aquellos tiempos, como en los de sus antepasados, la religión judía nunca alcanzó a llenar las necesidades espirituales del corazón de los hombres.


Y fue justo allí cuando Dios mandó a su Hijo a nacer en el mundo. Y nació en un pesebre, porque no había lugar para él. Fue justo aquella noche cuando los ángeles dieron gloria a Dios por millares, aunque los hombres ni por enterados se dieron.


Y hoy, todos esos ángeles rinden gloria al Padre y a Jesús, sentados en el Trono del cielo. Esa es la esperanza a que hemos sido llamados, dice (Efe. 4:4).


Glorifiquemos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo por habernos permitido conocer a Jesús en el tiempo en que lo conocimos… glorifiquemos al Señor como aquellos pastores, por habernos permitido disfrutar sus grandes bendiciones… por conocer la promesa de la Vida Eterna y tomarla con fe en Jesús, y guardarla en nuestro corazón.


Glorifiquemos esta noche y siempre a Jesús, el autor y consumador de la fe. Y bien podemos decirle esta noche: Sí hay un lugar en mi corazón para ti, Señor Jesús… sí hay lugar para ti, Mi Señor.


Dios bendiga a todas las Familias presentes hoy, y los que no pudieron estar, también. Que Dios les guarde a todos. FELIZ NAVIDAD PARA TODOS!


Vamos a orar para darle gracias al Señor por Su Palabra.


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