El otro día llegó a mis manos la historia de aquél hombre que era predicador, y que en cierta ocasión, habiendo ido a predicar
Vio que en en esta iglesia no faltaban las lenguas, la interpretación, la profecía y todos los dones de que habla
Apenas dejó la congregación oró a Dios y decretó un ayuno personal de siete días para buscar una respuesta de Dios a esta situación, pues él había considerado en su corazón predicar de nuevo pero en contra de esta práctica de guardar el sábado.
El último día de su ayuno oyó la voz del Espíritu Santo que le decía: No prediques contra esa práctica porque la iglesia se disolverá. Déjalos así, no interfieras en mi obra. Yo los amo igual que a ti no por sus rituales sino porque creen en Mí igual que tú.
A partir de ese momento el predicador comprendió el pensamiento de Dios acerca de las divisiones denominacionales y lo que el enemigo está haciendo en estas áreas a través del ritualismo.
Y es que a Dios no le importa tu denominación, no le importa si perteneces a una iglesia que es connotada o a otra que es modesta. A Dios lo que le importa es tu fe, le importa que verdaderamente creas y que como consecuencia de ello mantengas tu santidad, le alabes, le adores, y le reconozcas como Señor de tu vida con tus actos.
Estos son los buenos frutos de los que habló el Señor Jesús.
(Juan 4: 23-24)
23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.
24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.
Dios está buscando verdaderos adoradores que hagan Su voluntad, no denominaciones y mucho menos el uso de rituales y esas cosas.
Haz lo bueno, adórale, alábale, reconócele como tu Señor y esto bastará para que Él esté siempre contigo.
¡Dios te bendiga!
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