(Gálatas
6:7)
No
os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare,
eso también segará.
Un agricultor que tenía sembradíos de trigo
llevó un día a su hijita pequeña a sus campos… y la pequeña se maravillaba al ver las espigas
de trigo largas y esbeltas que se alzaban garbosas mirando al cielo.
Ésas espigas se veían soberbias y hermosas… y la niña le dijo: Padre, qué lindas se ven esas espigas que están derechitas… pero qué feas se ven aquellas otras, las que se doblan hacia el suelo… esas están feas en comparación con las esbeltas.
Entonces el padre fue y cortó algunas varas de trigo, las trajo hasta ella, y le dijo: Mira bien hija: estas espigas de trigo que te gustan más, las que están esbeltas, si te fijas bien, no tienen ninguna semilla, por eso crecen erguidas y no se doblan, porque están vacías.
Pero mira estas otras, las que a ti no te gustan… ve como se doblan a causa de la cantidad de semilla que llevan en su espiga…
Éstas llevan mucho fruto, y por eso siempre están dobladas, inclinadas, y no se ven bonitas a los ojos, pero son las que más quisiera yo tener en mis trigales.
Las que a tí te gustan, las que se ven bonitas, las tengo que cortar para sembrar otras, en espera de que las nuevas plantas sí den fruto.
Entonces la niña aquella aprendió una gran lección de su padre aquél día.
No todo lo que brilla es oro. Lo que parece que es, no es; y lo que parece que no es, es. Y Dios sabe muy bien quien lleva fruto y quien no. Dios sabe muy bien quien se dedica a la Palabra como lo habla la Biblia, y quien lo hace sólo por dinero, por cantidad de personas, o por otras razones.
Dios no puede ser burlado. Sírvele sin ningún interés monetario.
Sírvele por agradecimiento por todo lo que te ha dado.
Sírvele porque te ha apartado para el Día de Su Alabanza Eterna.
Sírvele porque Él dio Su Vida para salvarte sin que lo mereciéramos.
Sírvele porque Él Es Dios y merece toda la Gloria y la Honra.
Dios los bendiga amigos y hermanos.
Y si tú que estás leyendo esto no has recibido todavía a Cristo en tu corazón, hoy es el día para salvarte y servirle.
Repite esta oración conmigo. Dios está esperando a que la hagas:
Altísimo Padre Santo. Reconozco que soy un
pecador y que te he ofendido. Me arrepiento de todos mis pecados. Te entrego
hoy mi corazón. Entra en él y cambia mi vida. Le abro la puerta a Jesucristo,
tu Hijo amado. Límpiame y lávame con la Sangre preciosa que Jesucristo derramó
por mí en la cruz. Cámbiame y hazme la persona que Tú quieres que sea. Gracias
por escribir mi nombre en el libro de la Vida, y gracias por regalarme la vida
eterna.
En el nombre de tu Hijo amado Jesucristo.
Amén.
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