jueves, 8 de enero de 2015

Ganar, perdiendo.




Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.
(Juan 8:36).




Mediante este texto de las Escrituras, el Señor nos da la siguiente expresión: Cuanto mayor pérdida suframos por amor al Señor, mayor es nuestra libertad.

Porque cuanto más retenemos aquello que nos pertenece –lo que pertenece a nuestra carne, a nuestra alma– mayor es la esclavitud.

Pero en el conocimiento de Cristo Jesús como nuestra vida, Él nos enseña a renunciar a todo cuanto poseemos, incluso nuestra propia vida.

Amados: Cuando recibimos esta Palabra de renuncia, al principio el fardo se vuelve inmenso.

Porque todos nosotros estamos sujetos a muchas cosas, estamos ligados afectivamente a muchas personas, principalmente a familiares y amigos que tenemos en el mundo.

Sin embargo, es en esa pérdida que consiste nuestra total libertad.

Retener, preservar o cuidar de lo que es nuestro nos lleva a servidumbre, pero despojarnos de ellas nos lleva a una total libertad. ¡Aleluya!

Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26-27, 33).

No hay pérdida mayor que la muerte, y es ése el sentido de cargar la cruz como el Señor Jesús nos enseña.

Cuando nos negamos a nosotros mismos, llevamos nuestra cruz y lo seguimos, llevamos la muerte sobre nosotros, sobre nuestras cosas, sobre nuestros afectos, sobre todo y sobre todos… y de allí pasamos a gozar de la libertad que hay en Cristo Jesús.

El amor no busca sus propios intereses (1 Cor. 13:5), y cuando Jesús nos dice que es para renunciar a todo cuanto tenemos, y aun hasta nuestra propia vida, él no está buscando su interés, sino el nuestro.

Él nos está amando y conduciendo a la verdadera libertad, despojados de todo cuidado, ansiedad o preocupación, despojados de todo lo que nos esclaviza.

Porque el conocimiento de Cristo nuestro Señor es la verdadera libertad:

Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres…” (Juan 8:32).

Conozcamos ese amor y esa libertad.

Entonces, la pérdida de aquello que es temporal se tornará en ganancia de aquello que es eterno.




Aguasvivas.cl


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