jueves, 1 de mayo de 2008

¿Cuál es tu llamamiento?



“Todos los santos os saludan, y especialmente los de la casa de César.”
[Filipenses 4:22]


La obra evangelística del Apóstol Pablo se puede catalogar sin dudarlo como la más grande obra para Dios que haya hecho un hombre de carne y sangre.


Digamos que Pablo (antes Saulo de Tarso) fue el más grande de los teólogos, el más grande de los misioneros, el más grande de los evangelistas y el más connotado hombre de fe del Nuevo Testamento, por no decir que fue el hombre que más usó el Señor para su silencioso propósito de llevar el mensaje a los hombres de raza no judía.


Pero aparte de todo esto, Pablo en realidad fue también uno de los hombres que más sufrió físicamente por causa del Evangelio, y de hecho esto le fue profetizado por el mismo Jesucristo:


[Hechos 9:15-16]

“El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel;
porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre.”


Y así fue en realidad.


Si quisiéramos hacer un resumen rápido de lo que Pablo hizo, tendríamos a vuelo de pájaro:


1) Sus grandes viajes misioneros.


2) El gigantesco trabajo de plantar iglesias.


3) Penetrar el desconocido mundo de los gentiles.


4) Prisiones y sufrimiento por el evangelio.


Pero la vida de Pablo después de su conversión no fue como miel sobre hojuelas. Pablo, el constructor sabio, aquel al que había seleccionado el Espíritu Santo para servir de ejemplo a los cristianos gentiles experimentó también la decepción después de convertido.


Vamos a ver esto por partes:


Primero: Pablo tuvo que someterse a un período de intensa preparación por parte del Espíritu Santo, durante el cual se vio sometido a las más rigurosas pruebas que ha tenido que soportar ningún ser humano.


Segundo: Fue enviado a su ciudad natal para vivir en ella como un desconocido durante siete años, hasta que aprendió la gran lección que el Espíritu Santo intenta enseñar a cada cristiano y sin la cual ninguno de nosotros puede ser efectivo para Dios. Esto lo dicta nuestro Señor mismo:


[Juan 12:24]

"De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto."


Tercero: Al seguir la carrera del apóstol Pablo, descubrimos que al igual que nos sucedió a cada uno de nosotros, apenas haber nacido en Cristo, él no lo entendió del todo. Pablo, al igual que nosotros, estaba convencido de que estaba preparado para todo y que estaba especialmente capacitado para ser la clase de instrumento que podría ser utilizado por Dios con poder para ganar a Israel para Cristo.


Sin duda se diría a sí mismo, como revela en la epístola a los Filipenses, que tenía la capacitación necesaria y la preparación adecuada. Era hebreo de nacimiento, había sido educado conforme a la ley y en el entendimiento de los hebreos, tenía la posición, era el alumno favorito del más importante de los profesores de Israel, Gamaliel, y era además fariseo por excelencia, por lo que entendía todo lo relacionado con la historia y los antecedentes hebreos.


Cuarto: Teniendo conciencia de sus propios antecedentes y capacidades, brotó en su corazón ese latido que también brota en los nuestros y acerca del cual leemos de vez en cuando en los escritos de este poderoso hombre: Ese anhelo ardiente de ser un instrumento para alcanzar a Israel para Cristo. En el capítulo noveno de Romanos dijo: "9:3 Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne. (Rom. 9:3).


Pero Dios le había dicho: "Yo no quiero que alcances a Israel, sino que deseo que te conviertas en el apóstol de los gentiles, para llevar mi nombre ante los reyes y para predicar a los gentiles sobre las inescrutables riquezas de Cristo."


Quinto: ¿Recuerdan ustedes cómo salió Pablo al desierto, dónde Dios le enseñó? Luego le envió de regreso a su hogar en Tarso. Después de haber intentado predicar a Cristo en Damasco, según la energía de su propia carne y dándose cuenta de que estaba fracasando, fue sacado de la ciudad, como si hubiera sido un criminal, teniendo que descender en una cesta por la muralla de la ciudad. Con el corazón destrozado y derrotado, encontró el camino hasta Jerusalén y pensó que al menos los apóstoles le permitirían estar con ellos, pero también ellos le dejaron de lado. Fue solo cuando Bernabé intercedió por él cuando fue aceptado por los apóstoles.


Sexto: En un reintento por hacer su propia voluntad, Pablo, entrando en el templo, se encontró al Señor que le dijo: "Vuelve a tu hogar. Vete de la ciudad porque aquí no recibirán tu testimonio. No perteneces aquí y este no es el lugar al que te he llamado. (Hechos 22:17-21).


Séptimo: En Tarso se enfrentó por fin con lo que Dios le había estado diciendo todo el tiempo, que a menos que estuviese dispuesto a morir —o renunciar— a su propia ambición de ser un apóstol en Israel, no podría ser nunca un siervo de Cristo, y cuando recibió por fin su comisión y se la tomó en serio, dijo: "Señor, iré donde tú quieres que vaya. Dondequiera que desees mandarme. Estoy dispuesto a ir. Dios le envió a Bernabé, que le tomó de la mano y le llevó a Antioquía, a una iglesia gentil, y allí comenzó el apóstol Pablo su ministerio.


Octavo: Sus legendarias prisiones. El libro de Hechos acaba con Pablo en Roma, predicando en su misma casa alquilada, encadenado de día y de noche a un guardia romano, sin poder salir, sin poder seguir adelante con la evangelización por todos los rincones de la tierra, como él deseaba ardientemente hacer en su corazón, viéndose limitado, encadenado y atado, a pesar de lo cual, como escribe a los Filipenses, siente en su corazón y tiene plena consciencia de que a pesar de estar encadenado, la palabra de Dios no lo está.


Noveno: Una de las palabras más asombrosas en toda la escritura es la que aparece aquí, al escribir Pablo a sus amigos en Filipos diciéndoles: "quiero que sepáis que las cosas que han sucedido han redundado mas bien para el adelanto del evangelio. (Fil. 1:12).


Pablo está diciendo: Mis circunstancias no han limitado nada, no han impedido que la obra de Dios siga adelante. Estos aparentes obstáculos y estas aparentes decepciones no han impedido nada, solo han servido para que el evangelio avance más. Y a continuación nos presenta dos maneras concretas de cómo estaba sucediendo esto. Una de ellas era en relación con lo mejorcito del ejército romano, que formaba la guardia especial del palacio del emperador, que estaban siendo traídos a Cristo uno por uno.


La guardia del Pretorio estaba siendo alcanzada y, como es natural, ya sabemos cómo estaba sucediendo. Estaban siendo traídos por orden del emperador y siendo encadenados al apóstol Pablo durante seis horas todos los días. ¡Pablo estaba predicando a una audiencia cautiva! Dios estaba usando al emperador para traer a sus mejores muchachos y encadenarlos al apóstol durante seis horas de instrucción sobre el evangelio cristiano. No es, pues, de sorprender que Pablo escriba al final de su epístola: "todos los santos os saludan y mayormente los que pertenecen a la casa de César. (Fil. 4:22).


Décimo: Debido a que Pablo había sido arrestado, todos los demás hermanos en la ciudad estaban ocupados predicando el evangelio, por lo que el evangelio se estaba extendiendo en Roma debido a que él estaba en la cárcel. Más incluso de lo que lo hubiera sido de haber estado Pablo en libertad.


Undécimo: Pero hay una tercera ventaja de la que el apóstol no era consciente, algo que jamás soñó que pudiese suceder. Vemos ahora, al volver la vista atrás, que la cosa más importante que jamás hizo Pablo durante toda su vida no fue predicar el evangelio y plantar iglesias, como podría haber creído, sino que el mayor de sus logros fue escribir ciertas epístolas que no habría escrito nunca a las iglesias de no haberse encontrado en prisión.


Gracias a estas epístolas, la iglesia del futuro ha recibido el ministerio, la iglesia del futuro ha sido alimentada y fortalecida durante sus 20 siglos de vida, y aún lo seguirá siendo durante el tiempo que falta para que venga Cristo a la tierra.


En fin, que todos estos sucesos están escritos en el Libro de los Hechos, y como todos sabemos, el libro de los Hechos es un libro inacabado.


El Libro de los Hechos no ha sido aún completado, sino que termina de repente. Lucas ni siquiera escribe la palabra fin o “Amén” al final del libro, sino que lo deja tal cual, abierto a los hechos que están ocurriendo en la actualidad.


No vuelve nunca a esa parte porque, como es natural, el Espíritu Santo quiso que quedase sin terminar puesto que todavía se está escribiendo.


El libro de los Hechos es el relato de las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar. ¿Ha terminado ya? Por supuesto que no, Cristo sigue aún realizando su obra en todo el mundo, ¿no es cierto?


El volumen final, digamos que se continúa escribiendo actualmente, con los hechos tuyos y míos y de otros millones como protagonistas en todo el planeta... hasta que Cristo venga y lo cierre.


Cuando este libro quede totalmente acabado y lo podamos leer en la gloria, ¿qué parte habremos representado nosotros en él?


¿Cuál es tu llamamiento, hermano?


Necesitas tener clara esta respuesta, ¡Ya!


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