domingo, 30 de marzo de 2008

¿Te atreverás a creer?



Como en los tiempos bíblicos de los apóstoles, Cristo sana hoy.

Hace poco más de un mes, Dios permitió que mi esposa y yo formásemos parte del grupo de ujieres en una campaña de salvación a cargo del evangelista Héctor de la Cruz.

El hermano se desplazó desde EEUU para predicar el evangelio en una pequeña ciudad del sur de México llamada Soconusco, colindante con Acayucan y Jáltipan, en el estado de Veracruz.

Y durante tres intensos días servimos a una gran multitud que saturó el estadio de fútbol de la ciudad.

El último día de campaña, el domingo 24 de febrero de este año, a eso de las 10 de la noche y después de que el Señor hubiera transformado a miles, y pienso que también por esas cosas sobrenaturales que llegan inesperadamente, nos tocó a nosotros los ujieres orar por la sanidad de todos los paralíticos. ¡Una gran bendición de Dios!

Había muchos impedidos físicos sentados en sillas de ruedas y acompañados por algún familiar. En el momento en que nos desplazamos para orar por ellos e imponerles nuestras manos, sentimos la tremenda unción del Espíritu Santo derramándose en todo aquél lugar y comenzaron a suceder los milagros y maravillas en el precioso nombre de Jesús.

Y entonces pudimos ver ante nuestros propios ojos cómo dos mujeres que estaban sentadas en sendas sillas de ruedas eran levantadas por el Poder de Dios en un abrir y cerrar de ojos. En total fueron unas nueve o diez personas paralíticas las que sanó el Señor en esa hora, y la celebración fue en grande. Las personas no solamente pudieron caminar sino que también corrieron dándole gloria a Dios. ¡Fantástico! ¡Poderoso es el Señor!

El Señor Jesucristo en verdad es glorioso, y todo lo que dice la Escritura en el Libro de Hechos de los Apóstoles es también verdad. 

Después nos enteramos que en todo el estadio se derramó la gloriosa presencia de Dios, y que inclusive afuera del inmueble atiborrado, la gente caía al suelo por el efecto de la unción tan tremenda que el Señor derramó esa noche.

¡Fue una bendición gigantesca para muchos!

Y aunque siempre hemos creído en el Poder Sanador de Dios (Jehová Yireh), nunca antes mi esposa y yo habíamos sido partícipes de un portento semejante, hasta aquella noche inolvidable del 24 de febrero de la que ahora damos testimonio.

Como ya dije, prodigios así son señalados en la Biblia, y hoy mismo, en todas partes del mundo donde se predica el Evangelio y se glorifica el nombre de Jesús, suceden milagros y maravillas sobrenaturales de ésta clase.

Lamentablemente hay en la actualidad mucha gente que no cree en las señales y prodigios, aunque éstas sean verdades bíblicas. Se han olvidado de que Pedro, Juan, Pablo y otros apóstoles también las hacían aún mucho después de que el Señor fue glorificado. Y yo pregunto: ¿No son acaso los milagros obras de la fe?

La misma Biblia nos confirma que Dios es el mismo de ayer, de hoy y por los siglos, ¿no es cierto? ¿Entonces por qué se duda del Poder sanador del Señor?

¡Cuidado con la religiosidad, porque el enemigo es sutil para engañar y de ese modo podría apartar a muchos de la verdad de Cristo!

Hay algunas personas, muchos de ellos se dicen cristianos —a éstos Cristo los llamó tardos para creer, que en vez de cerciorarse prefieren blasfemar el nombre de Dios diciendo que no es Él quien hace estas señales y prodigios.

Pero nosotros hoy podemos testificar que todo lo que dice la 
Palabra de Dios en la Biblia es verdadero:

[Marcos 16: 15-18]
16:15 Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
16:16 El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.
16:17 Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas;
16:18 tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.

Ahora bien, la Palabra de Dios nos hace una clara advertencia: El Señor Jesús dijo en (Mateo 12:30-32).
"El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.
Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada.
A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero."

La pregunta es: ¿Te atreverás a creer?

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